Discurso explicativo de lo que aconteció los 17 días que estuvo el cuerpo de San Isidro en Casarrubios del Monte
Reverendo
Sr. Cura párroco, autoridades, Asociación Princesa Isabel, casarrubieros y
visitantes todos.
Una vez más celebramos con
larga tradición la festividad de San Isidro Labrador que, aunque no es el
patrón de la villa, si lo fue de la extinguida Hermandad de Labradores,
existente tantos años en Casarrubios, la que hacía posible las grandes fiestas
en honor al Santo.
Este año, la Asociación
Princesa Ysabel, creada para divulgar la historia de nuestro municipio, aprovechando
que se cumple el 400 aniversario de aquel hecho en que esta ermita acogiera el
cuerpo del beato Isidro Labrador, desea hacer una celebración especial del día de
su festividad, precisamente, en la ermita que le diera la bienvenida. Así,
celebraremos esos cuatro siglos de historia en que ermita y villa de
Casarrubios saltaron a la historia de España.
Ahora, en que vamos a
salir en procesión con el Santo, es el momento de recordar los hechos que se
vivieron en este mismo lugar, cuando a hombros de cuatro sacerdotes del cabildo
de Madrid, introdujeron el sarcófago con el cuerpo de San Isidro por estas
mismas puertas, hasta colocarle en el altar.
Es el momento de conocer
la relación que ermita y Santo han guardado desde la llegada de su cuerpo a
esta villa.
Este pequeño templo, al estar a la vera del camino,
por donde le traían desde Madrid para interceder por la salud del rey Felipe
III, que llevaba ocho días en Casarrubios, fue el que le dio acogida durante
aquella noche del 16 de noviembre de 1619.
Como he dicho, el Rey, rodeado
de la alta nobleza y aquejado de una enfermedad que todos creían no superaría,
recibía innumerables visitas como la del corregidor de Madrid, don Francisco
Villacís, quien viendo la gravedad del monarca, regresó a la corte y ordenó de
inmediato la suspensión de todo acto lúdico y comenzar rogativas por la salud
del rey que agonizaba en Casarrubios del Monte. Para ello, sacaron de su
iglesia el cuerpo del beato Isidro el Labrador y, acabadas las procesiones, en
el momento de regresar a la misma y, con los correspondientes permisos,
decidieron traerle a Casarrubios para interceder más de cerca por la salud del
Monarca.
A
las 6 de la noche, S.M. tuvo aviso que la villa de Madrid le enviaba el cuerpo
del glorioso de San Isidro. Luego que se tuvo esta nueva, el conde de
Casarrubios, por orden de S.M., vino en persona con sus hermanos, don Bernardo
y don Diego de Sandoval, a preparar la ermita de San Sebastián, colocando en el
altar un dosel con tela frontal y cera para poner el santo cuerpo. Sus paredes
quedaron cubiertas de damascos y brocateles, con lo cual, quedó todo el lugar muy
decente y adornado, por ser la ermita muy grande, según dicen los documentos.
A las 9 de la noche de ese sábado, llegó la Santa Reliquia
acompañada de muchos coches-literas y a caballo, los dos cabildos; el de la
villa de Madrid y el de sus curas y beneficiados.
El cuerpo del Santo venia en unas varas de litera forradas
en terciopelo carmesí con un farol en cada esquina y, encima, la caja, cubierta
con un paño de brocado, acompañado por grandes personalidades
entre las que se encontraban el Regidor de Madrid, el Dr. Aresti, vicario y
canónigo doctoral de la Iglesia de Toledo, muchos religiosos, músicos de la
orden de S. Agustín, hombres y mujeres de El Álamo, que tras pasar por ese
lugar, decidieron acompañar al Santo, y vinieron a pie con hachas encendidas alrededor
de su cuerpo, hasta dejarle en esta ermita.
Aquí le esperaban con velas en las manos los condes y dos de sus hermanos,
Fernando de Acevedo, arzobispo de Burgos y Presidente de Castilla, el conde de
Barajas, el Marqués de Mirabel y otros señores. Gente principal, alcaldes y representantes
del Concejo de Casarrubios.
Aquella noche, se quedaron velando la santa reliquia el vicario y
cabildo de curas, que no quisieron abandonarla.
Al mismo tiempo, el Conde enviaba despachos a los lugares en tres
leguas a la redonda para que acudiesen sus curas y beneficiados con las mangas
de las parroquias y cruces de las cofradías, pendones y velas.
Al día siguiente por la mañana, domingo 17 de noviembre, todos los
cortesanos que se hallaban en Casarrubios, junto con las gentes del lugar, vinieron
con gran devoción a visitar la Santa reliquia.
Desde primeras horas de la mañana se sucedieron las misas en esta
ermita, y una muy solemne con la música que había venido de la villa de Madrid,
celebrada por el arzobispo de Burgos, quien descubrió el cuerpo del Santo por
verle y tocarle de cerca.
Mientras esto ocurría, un hermano del conde preparó todo lo
necesario para llevar el Santo cuerpo en procesión a la parroquia de Santa
María y, su otro hermano, el arcediano de Talavera, fue señalando los lugares
que debían ocupar en la procesión que saldría de la parroquia de San Andrés y vendría
hasta aquí.
En primer lugar venía el pendón del Santísimo Sacramento de esta
villa como guion de los demás, seguido de la cruz parroquial de S.
Andrés y, tras ella, el cabildo de los clérigos y las gentes venidas de los
pueblos de los alrededores, desde Illescas, El Viso, Griñón, Fuensalida,
Cedillo, … hasta los más cercanos como Las Ventas, Villamanta, El Álamo o
Valmojado .
La procesión pasó por la
plaza, calle de Santa María, Las Cuatro Calles y, saliendo por la puerta de Madrid
y llegó aquí, a esta ermita, donde ya esperaba el Santo, debajo palio blanco recubierto de mucho oro.
Al llegar el clero de
Casarrubios, se mezcló con el cabildo de Madrid y salieron en procesión
llevando el Santo cuerpo. El lugar detrás del Santo, lo ocupaban el vicario de
Madrid y el cura propio de esta villa, don Diego Soulo.
Las varas del palio las
llevaban los frailes del convento de San Agustín y, a su lado, el cabildo de
curas y Regimiento, todos los señores y criados del
Rey y gente principal que aquí se hallaban.
A la procesión
que se dirigía a la parroquia de Santa María, se les unió en la calle de la Villa, el príncipe Felipe, futuro
Felipe IV, acompañado de grandes personalidades que esperaban con velas encendidas.
Llegando a las Cuatro Calles, sacaron el cuerpo de la procesión y lo
llevaron al palacio, introduciéndole en la habitación que S.M. ocupaba. Allí,
abrieron el arca y el Rey, venerando la reliquia, tomó un dedo desprendido del
cuerpo y se lo quedó hasta finalizar su estancia en nuestra villa. Acabada esta
pequeña parada, continuaron hasta la parroquia, en la que colocaron al Santo
en el lado del evangelio, donde habían instalado una peana
y tablado en la que se puso el arca cubierto todo de brocado, con muchas velas
en candeleros y blandones de plata con grandes velas blancas.
El cardenal
Zapata celebró el oficio diciendo las oraciones y rogativas e impartió la
bendición Pontifical con toda solemnidad y devoción.
Así estuvo los
nueve días siguientes, en los que, desde las 8 de la mañana a las ocho de la
noche, se le decía misas rezadas en todos los altares de la parroquia y una muy
solemne a la una del mediodía por los curas y música de Madrid.
Al cumplirse
el novenario, los comisarios que vinieron con el Santo cuerpo, acordaron que al
día siguiente, muy de mañana, emprenderían viaje de vuelta a la Corte y,
estando todo preparado, y el arca con el Santo Cuerpo fuera de la iglesia, vino
orden del Rey para que no le llevasen, y así le tornaron a poner en el lugar
que ocupaba en la parroquia. De esta forma permaneció el Santo en nuestra villa
hasta el 3 de diciembre que, recuperado S.M., volvió a Madrid de la misma forma
en que vino, ahora, acompañado y seguido por el Rey y demás séquito. En su despedida, volvieron a pasar por este
camino, a la vera del cual estaba la ermita de San Sebastián que, al igual que
le dio la bienvenida, ahora le despedía.
La mejoría y
salud del Rey fue achacada a la estancia del cuerpo de San Isidro en esta villa,
y la gente, popularmente, comenzó a llamar a esta ermita la de la Salud, nombre
con el que popularmente se la conoce desde aquellos acontecimientos ocurridos
en el siglo XVII.
La Asociación
Princesa Isabel, en su intención de divulgar nuestra historia, ha querido
exponerles los hechos, tal y como sucedieron durante los 17 días en los que se
encontró entre nosotros el cuerpo del venerado San Isidro, origen de la relación
que, desde entonces, la villa tiene con el Santo patrón de los labradores que
hoy celebramos.
Ahora, quiero
presentarles a D. Rafael Maldonado de Guevara, Presidente de la Asociación
Derecho de la Cultura, quien también es miembro de nuestra Asociación Princesa
Isabel, de la familia Vargas, patronos que fueron de aquel labrador llamado
Isidro al que tenían a su servicio, y con derechos históricos que
tuvieron sobre
dicho sepulcro, desea unirse a nosotros en la celebración del 400 aniversario,
haciendo entrega a esta ermita, en la persona de nuestro párroco, de una reproducción
de la Cuarta Llave del sepulcro de San Isidro que, desde ahora, se colocará
junto a su altar en recuerdo de aquel acontecimiento y su 400 aniversario. Hecho que ahora parecerá
insignificante, pero que marcará un hito en la historia de Casarrubios del
Monte.
Fausto-Jesús Arroyo López.
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