miércoles, 15 de mayo de 2019

SAN ISIDRO EN CASARRUBIOS DEL MONTE


 Discurso explicativo de lo que aconteció los 17 días que estuvo el cuerpo de San Isidro en Casarrubios del Monte

Reverendo Sr. Cura párroco, autoridades, Asociación Princesa Isabel, casarrubieros y visitantes todos.
Una vez más celebramos con larga tradición la festividad de San Isidro Labrador que, aunque no es el patrón de la villa, si lo fue de la extinguida Hermandad de Labradores, existente tantos años en Casarrubios, la que hacía posible las grandes fiestas en honor al Santo.
Este año, la Asociación Princesa Ysabel, creada para divulgar la historia de nuestro municipio, aprovechando que se cumple el 400 aniversario de aquel hecho en que esta ermita acogiera el cuerpo del beato Isidro Labrador, desea hacer una celebración especial del día de su festividad, precisamente, en la ermita que le diera la bienvenida. Así, celebraremos esos cuatro siglos de historia en que ermita y villa de Casarrubios saltaron a la historia de España.
Ahora, en que vamos a salir en procesión con el Santo, es el momento de recordar los hechos que se vivieron en este mismo lugar, cuando a hombros de cuatro sacerdotes del cabildo de Madrid, introdujeron el sarcófago con el cuerpo de San Isidro por estas mismas puertas, hasta colocarle en el altar.
Es el momento de conocer la relación que ermita y Santo han guardado desde la llegada de su cuerpo a esta villa.
Este  pequeño templo, al estar a la vera del camino, por donde le traían desde Madrid para interceder por la salud del rey Felipe III, que llevaba ocho días en Casarrubios, fue el que le dio acogida durante aquella noche del 16 de noviembre de 1619.
Como he dicho, el Rey, rodeado de la alta nobleza y aquejado de una enfermedad que todos creían no superaría, recibía innumerables visitas como la del corregidor de Madrid, don Francisco Villacís, quien viendo la gravedad del monarca, regresó a la corte y ordenó de inmediato la suspensión de todo acto lúdico y comenzar rogativas por la salud del rey que agonizaba en Casarrubios del Monte. Para ello, sacaron de su iglesia el cuerpo del beato Isidro el Labrador y, acabadas las procesiones, en el momento de regresar a la misma y, con los correspondientes permisos, decidieron traerle a Casarrubios para interceder más de cerca por la salud del Monarca.
A las 6 de la noche, S.M. tuvo aviso que la villa de Madrid le enviaba el cuerpo del glorioso de San Isidro. Luego que se tuvo esta nueva, el conde de Casarrubios, por orden de S.M., vino en persona con sus hermanos, don Bernardo y don Diego de Sandoval, a preparar la ermita de San Sebastián, colocando en el altar un dosel con tela frontal y cera para poner el santo cuerpo. Sus paredes quedaron cubiertas de damascos y brocateles, con lo cual, quedó todo el lugar muy decente y adornado, por ser la ermita muy grande, según dicen los documentos.
A las 9 de la noche de ese sábado, llegó la Santa Reliquia acompañada de muchos coches-literas y a caballo, los dos cabildos; el de la villa de Madrid y el de sus curas y beneficiados.
El cuerpo del Santo venia en unas varas de litera forradas en terciopelo carmesí con un farol en cada esquina y, encima, la caja, cubierta con un paño de brocado, acompañado por grandes personalidades entre las que se encontraban el Regidor de Madrid, el Dr. Aresti, vicario y canónigo doctoral de la Iglesia de Toledo, muchos religiosos, músicos de la orden de S. Agustín, hombres y mujeres de El Álamo, que tras pasar por ese lugar, decidieron acompañar al Santo, y vinieron a pie con hachas encendidas alrededor de su cuerpo, hasta dejarle en esta ermita.
Aquí le esperaban con velas en las manos los condes y dos de sus hermanos, Fernando de Acevedo, arzobispo de Burgos y Presidente de Castilla, el conde de Barajas, el Marqués de Mirabel y otros señores. Gente principal, alcaldes y representantes del Concejo de Casarrubios.
Aquella noche, se quedaron velando la santa reliquia el vicario y cabildo de curas, que no quisieron abandonarla.
Al mismo tiempo, el Conde enviaba despachos a los lugares en tres leguas a la redonda para que acudiesen sus curas y beneficiados con las mangas de las parroquias y cruces de las cofradías, pendones y velas.
Al día siguiente por la mañana, domingo 17 de noviembre, todos los cortesanos que se hallaban en Casarrubios, junto con las gentes del lugar, vinieron con gran devoción a visitar la Santa reliquia.  
Desde primeras horas de la mañana se sucedieron las misas en esta ermita, y una muy solemne con la música que había venido de la villa de Madrid, celebrada por el arzobispo de Burgos, quien descubrió el cuerpo del Santo por verle y tocarle de cerca.
Mientras esto ocurría, un hermano del conde preparó todo lo necesario para llevar el Santo cuerpo en procesión a la parroquia de Santa María y, su otro hermano, el arcediano de Talavera, fue señalando los lugares que debían ocupar en la procesión que saldría de la parroquia de San Andrés y vendría hasta aquí.
En primer lugar venía el pendón del Santísimo Sacramento de esta villa como guion de los demás, seguido de la cruz parroquial de S. Andrés y, tras ella, el cabildo de los clérigos y las gentes venidas de los pueblos de los alrededores, desde Illescas, El Viso, Griñón, Fuensalida, Cedillo, … hasta los más cercanos como Las Ventas, Villamanta, El Álamo o Valmojado .
La procesión pasó por la plaza, calle de Santa María, Las Cuatro Calles y, saliendo por la puerta de Madrid y llegó aquí, a esta ermita, donde ya esperaba el Santo, debajo palio blanco  recubierto de mucho oro.
Al llegar el clero de Casarrubios, se mezcló con el cabildo de Madrid y salieron en procesión llevando el Santo cuerpo. El lugar detrás del Santo, lo ocupaban el vicario de Madrid y el cura propio de esta villa, don Diego Soulo.
Las varas del palio las llevaban los frailes del convento de San Agustín y, a su lado, el cabildo de curas y Regimiento, todos los señores y criados del Rey y gente principal que aquí se hallaban.
A la procesión que se dirigía a la parroquia de Santa María, se les unió  en la calle de la Villa, el príncipe Felipe, futuro Felipe IV, acompañado de grandes personalidades  que esperaban con velas encendidas.
Llegando a las Cuatro Calles, sacaron el cuerpo de la procesión y lo llevaron al palacio, introduciéndole en la habitación que S.M. ocupaba. Allí, abrieron el arca y el Rey, venerando la reliquia, tomó un dedo desprendido del cuerpo y se lo quedó hasta finalizar su estancia en nuestra villa. Acabada esta pequeña parada, continuaron hasta la parroquia, en la que colocaron al Santo en el lado del evangelio, donde habían instalado una peana y tablado en la que se puso el arca cubierto todo de brocado, con muchas velas en candeleros y blandones de plata con grandes velas blancas.
El cardenal Zapata celebró el oficio diciendo las oraciones y rogativas e impartió la bendición Pontifical con toda solemnidad y devoción.
Así estuvo los nueve días siguientes, en los que, desde las 8 de la mañana a las ocho de la noche, se le decía misas rezadas en todos los altares de la parroquia y una muy solemne a la una del mediodía por los curas y música de Madrid.
Al cumplirse el novenario, los comisarios que vinieron con el Santo cuerpo, acordaron que al día siguiente, muy de mañana, emprenderían viaje de vuelta a la Corte y, estando todo preparado, y el arca con el Santo Cuerpo fuera de la iglesia, vino orden del Rey para que no le llevasen, y así le tornaron a poner en el lugar que ocupaba en la parroquia. De esta forma permaneció el Santo en nuestra villa hasta el 3 de diciembre que, recuperado S.M., volvió a Madrid de la misma forma en que vino, ahora, acompañado y seguido por el Rey y demás séquito.  En su despedida, volvieron a pasar por este camino, a la vera del cual estaba la ermita de San Sebastián que, al igual que le dio la bienvenida, ahora le despedía.
La mejoría y salud del Rey fue achacada a la estancia del cuerpo de San Isidro en esta villa, y la gente, popularmente, comenzó a llamar a esta ermita la de la Salud, nombre con el que popularmente se la conoce desde aquellos acontecimientos ocurridos en el siglo XVII.

La Asociación Princesa Isabel, en su intención de divulgar nuestra historia, ha querido exponerles los hechos, tal y como sucedieron durante los 17 días en los que se encontró entre nosotros el cuerpo del venerado San Isidro, origen de la relación que, desde entonces, la villa tiene con el Santo patrón de los labradores que hoy celebramos.

Ahora, quiero presentarles a D. Rafael Maldonado de Guevara, Presidente de la Asociación Derecho de la Cultura, quien también es miembro de nuestra Asociación Princesa Isabel, de la familia Vargas, patronos que fueron de aquel labrador llamado Isidro al que tenían a su servicio, y con derechos históricos que tuvieron  sobre dicho sepulcro, desea unirse a nosotros en la celebración del 400 aniversario, haciendo entrega a esta ermita, en la persona de nuestro párroco, de una reproducción de la Cuarta Llave del sepulcro de San Isidro que, desde ahora, se colocará junto a su altar en recuerdo de aquel acontecimiento y su 400 aniversario. Hecho que ahora parecerá insignificante, pero que marcará un hito en la historia de Casarrubios del Monte.

Fausto-Jesús Arroyo López.

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