jueves, 20 de junio de 2019

LA DESAPARICIÓN DEL HOSPITAL DEL CORPUS CHRISTI DE CASARRUBIOS DEL MONTE



Muchos nos habremos preguntado alguna vez el por qué dejó de funcionar el hospital del Corpus Christi que estuvo dando servicio e nuestra villa desde el siglo XVI al XIX.

Tras el decreto de expulsión de los judíos por los Reyes Católicos en 1492 la gran aljama, o colonia judía de Casarrubios, una de las más importantes del arzobispado de Toledo, junto con la de Maqueda, Ocaña, Talavera y Toledo, debía abandonar la villa, dando por acabada la convivencia que habían mantenido desde siempre las dos culturas.

Una ley de 1480 ya venía obligando a los judíos a vivir separados de los cristianos con la idea de evitar el judaísmo. Habilitándoseles unas zonas, o guetos, llamados juderías, cosa que en Casarrubios fue imposible llevar a cabo debido a la convivencia tan estrecha que mantenían debido a los oficios y trabajos de unos y otros que la Inquisición ya se encargó varias veces de castigar. No obstante, los judíos, con sus ritos, leyes y costumbres, llevaban asentados en la judería desde, al menos, principios del siglo XIII[1], limitada por las calles Hospital y Pósito. Desde la Veracruz hasta la carretera, e incluía sinagoga, baños y la casa del rabí.

Aunque varias casas de la judería pertenecían a los frailes de San Agustín por donación que doña Inés de Ayala, Señora de Casarrubios, había hecho como cambio de los 74.000 maravedíes que su esposo, don Diego Gómez de Toledo, les había prometido para acabar el convento, donde luego sería enterrado, muchos se vieron forzados a malvender casas, propiedades y negocios que fueron a parar a las familias más acomodadas o a la hidalguía, en cuyos solares, algunos, levantaron sus casas como los Delgado o los Rojas. La judería paso a otros dueños a excepción de la sinagoga, los baños y la casa del rabí, que no pudieron ser vendidos por pertenecer al municipio.

Al quedar sin uso la sinagoga, esta fue utilizada como hospital para necesitados, y cincuenta años más tarde, en 1555, el hospital fue restaurando o modificado por el cura de la parroquia de San Andrés, el hidalgo Rodrigo de Vivar[2], ampliándolo con los baños de la sinagoga y la casa del rabí. El nuevo hospital también daría servicio a los transeúntes que, a su paso por el camino real que unía la corte con el reino de Portugal, se veían necesitados de ciertos auxilios. El hospital era tutelado por la cofradía del Santísimo Sacramento, cuyos cofrades velaban por el buen funcionamiento y el cuidado de sus rentas. En 1794 don Antonio de Arce y Acuña lo demolió y edificó uno nuevo, cuyo edificio ha llegado a nuestros días.

Tras la invasión francesa, el gobierno opresor exigió grandes impuestos a las propiedades del hospital, no pudiendo hacer frente a ello, debido a que las rentas producidas difícilmente mantenían el hospital y enfermos. No teniendo el capital necesario para hacer frente a dichos impuestos, las fincas fueron requisadas y mal vendidas, dejando al hospital sin medios necesarios para su funcionamiento. 
  
Firmado por don Roque Ramón Garrido.
El 16 de octubre de 1814 la cofradía del Santísimo Sacramento como patronato del hospital del Corpus Christi, celebró capítulo sacramental convocando a los sujetos que habían comprado y poseían las tierras del citado hospital, haciéndoles entender la obligación que tenían de pagar las rentas de todos los años que las habían tenido, los que se negaron abiertamente al pago de rentas atrasadas, sujetándose solo al de las sucesivas del año actual.

Ante tal negativa, acordaron emprender acciones legales que llevaran a la recuperación de las fincas, siendo comisionados para ello los siguientes miembros del cabildo: D. Luis Martín Ángel, cura propio; don Manuel Sanz y Casillas, presbítero y el licenciado don Rodrigo Pascual Benítez, abogado de los Reales Consejos. Todos vecinos de Casarrubios del Monte. Poder que se otorgó ante el escribano del número de la villa de Casarrubios el 10 de febrero de 1815.

Unos días después, el 18 de ese mismo mes, los comisionados dieron poder ante el escribano de número y juzgado de Casarrubios, don Roque Ramón Garrido, quien extendió el presente certificado a favor de don Andrés Gilavert, vecino de la villa y corte para presentar demanda en este sentido, solicitando mandato a los actuales poseedores de las tierras a pagar inmediatamente al administrador del hospital las rentas devengadas durante todo el tiempo que las habían disfrutado, o las dejaran libres para su arrendamiento a pública subasta, según estaba establecido en su fundación y sea observado en mayor beneficio de los pobres enfermos.

El 14 de marzo de 1815 D. Andrés Gilavert le pasa la autorización recibida a los procuradores don José Mª Sanz y a don José Charco que presentan en el tribunal de Madrid[3] donde se iniciaría el pleito pero, el 28 de ese mismo mes y año, la fiscalía de Madrid respondió que en vista del expediente presentado, las fincas que reclaman los comisionados del hospital de Casarrubios no fueron vendidas por el gobierno intruso, ni sus agentes, ni en clase de bienes nacionales o confiscados, que fueron enajenadas por el ayuntamiento de aquel pueblo de propia autoridad y, aún sin repugnancia de los representantes del hospital y en incongruencia, entiende el fiscal que no corresponde a la Junta conocer en este negocio y que, por lo tanto, podría servirse mandar que los comisionados usasen de su derecho donde y como corresponda o determinara, sin embargo,  lo más acertado. Madrid y marzo 28 de 1815.

La falta de rentas dejaba desamparados a los pobres enfermos abandonados a sus dolencias, viendo con dolor en personas acomodadas los auxilios destinados a su curación y socorro, por lo que el hospital se vio obligado a no admitir más enfermos y cerrar sus puertas.



[1] Anécdotas y curiosidades en la historia de Casarrubios del Monte.- Fausto J. Arroyo López.
[2] Anécdotas y curiosidades en la historia de Casarrubios del Monte.- Fausto J. Arroyo López.
[3] Hasta 1832 la villa e Casarrubios del Monte pertenecía a Madrid.


Fausto Jesús Arroyo López.

miércoles, 15 de mayo de 2019

SAN ISIDRO EN CASARRUBIOS DEL MONTE


 Discurso explicativo de lo que aconteció los 17 días que estuvo el cuerpo de San Isidro en Casarrubios del Monte

Reverendo Sr. Cura párroco, autoridades, Asociación Princesa Isabel, casarrubieros y visitantes todos.
Una vez más celebramos con larga tradición la festividad de San Isidro Labrador que, aunque no es el patrón de la villa, si lo fue de la extinguida Hermandad de Labradores, existente tantos años en Casarrubios, la que hacía posible las grandes fiestas en honor al Santo.
Este año, la Asociación Princesa Ysabel, creada para divulgar la historia de nuestro municipio, aprovechando que se cumple el 400 aniversario de aquel hecho en que esta ermita acogiera el cuerpo del beato Isidro Labrador, desea hacer una celebración especial del día de su festividad, precisamente, en la ermita que le diera la bienvenida. Así, celebraremos esos cuatro siglos de historia en que ermita y villa de Casarrubios saltaron a la historia de España.
Ahora, en que vamos a salir en procesión con el Santo, es el momento de recordar los hechos que se vivieron en este mismo lugar, cuando a hombros de cuatro sacerdotes del cabildo de Madrid, introdujeron el sarcófago con el cuerpo de San Isidro por estas mismas puertas, hasta colocarle en el altar.
Es el momento de conocer la relación que ermita y Santo han guardado desde la llegada de su cuerpo a esta villa.
Este  pequeño templo, al estar a la vera del camino, por donde le traían desde Madrid para interceder por la salud del rey Felipe III, que llevaba ocho días en Casarrubios, fue el que le dio acogida durante aquella noche del 16 de noviembre de 1619.
Como he dicho, el Rey, rodeado de la alta nobleza y aquejado de una enfermedad que todos creían no superaría, recibía innumerables visitas como la del corregidor de Madrid, don Francisco Villacís, quien viendo la gravedad del monarca, regresó a la corte y ordenó de inmediato la suspensión de todo acto lúdico y comenzar rogativas por la salud del rey que agonizaba en Casarrubios del Monte. Para ello, sacaron de su iglesia el cuerpo del beato Isidro el Labrador y, acabadas las procesiones, en el momento de regresar a la misma y, con los correspondientes permisos, decidieron traerle a Casarrubios para interceder más de cerca por la salud del Monarca.
A las 6 de la noche, S.M. tuvo aviso que la villa de Madrid le enviaba el cuerpo del glorioso de San Isidro. Luego que se tuvo esta nueva, el conde de Casarrubios, por orden de S.M., vino en persona con sus hermanos, don Bernardo y don Diego de Sandoval, a preparar la ermita de San Sebastián, colocando en el altar un dosel con tela frontal y cera para poner el santo cuerpo. Sus paredes quedaron cubiertas de damascos y brocateles, con lo cual, quedó todo el lugar muy decente y adornado, por ser la ermita muy grande, según dicen los documentos.
A las 9 de la noche de ese sábado, llegó la Santa Reliquia acompañada de muchos coches-literas y a caballo, los dos cabildos; el de la villa de Madrid y el de sus curas y beneficiados.
El cuerpo del Santo venia en unas varas de litera forradas en terciopelo carmesí con un farol en cada esquina y, encima, la caja, cubierta con un paño de brocado, acompañado por grandes personalidades entre las que se encontraban el Regidor de Madrid, el Dr. Aresti, vicario y canónigo doctoral de la Iglesia de Toledo, muchos religiosos, músicos de la orden de S. Agustín, hombres y mujeres de El Álamo, que tras pasar por ese lugar, decidieron acompañar al Santo, y vinieron a pie con hachas encendidas alrededor de su cuerpo, hasta dejarle en esta ermita.
Aquí le esperaban con velas en las manos los condes y dos de sus hermanos, Fernando de Acevedo, arzobispo de Burgos y Presidente de Castilla, el conde de Barajas, el Marqués de Mirabel y otros señores. Gente principal, alcaldes y representantes del Concejo de Casarrubios.
Aquella noche, se quedaron velando la santa reliquia el vicario y cabildo de curas, que no quisieron abandonarla.
Al mismo tiempo, el Conde enviaba despachos a los lugares en tres leguas a la redonda para que acudiesen sus curas y beneficiados con las mangas de las parroquias y cruces de las cofradías, pendones y velas.
Al día siguiente por la mañana, domingo 17 de noviembre, todos los cortesanos que se hallaban en Casarrubios, junto con las gentes del lugar, vinieron con gran devoción a visitar la Santa reliquia.  
Desde primeras horas de la mañana se sucedieron las misas en esta ermita, y una muy solemne con la música que había venido de la villa de Madrid, celebrada por el arzobispo de Burgos, quien descubrió el cuerpo del Santo por verle y tocarle de cerca.
Mientras esto ocurría, un hermano del conde preparó todo lo necesario para llevar el Santo cuerpo en procesión a la parroquia de Santa María y, su otro hermano, el arcediano de Talavera, fue señalando los lugares que debían ocupar en la procesión que saldría de la parroquia de San Andrés y vendría hasta aquí.
En primer lugar venía el pendón del Santísimo Sacramento de esta villa como guion de los demás, seguido de la cruz parroquial de S. Andrés y, tras ella, el cabildo de los clérigos y las gentes venidas de los pueblos de los alrededores, desde Illescas, El Viso, Griñón, Fuensalida, Cedillo, … hasta los más cercanos como Las Ventas, Villamanta, El Álamo o Valmojado .
La procesión pasó por la plaza, calle de Santa María, Las Cuatro Calles y, saliendo por la puerta de Madrid y llegó aquí, a esta ermita, donde ya esperaba el Santo, debajo palio blanco  recubierto de mucho oro.
Al llegar el clero de Casarrubios, se mezcló con el cabildo de Madrid y salieron en procesión llevando el Santo cuerpo. El lugar detrás del Santo, lo ocupaban el vicario de Madrid y el cura propio de esta villa, don Diego Soulo.
Las varas del palio las llevaban los frailes del convento de San Agustín y, a su lado, el cabildo de curas y Regimiento, todos los señores y criados del Rey y gente principal que aquí se hallaban.
A la procesión que se dirigía a la parroquia de Santa María, se les unió  en la calle de la Villa, el príncipe Felipe, futuro Felipe IV, acompañado de grandes personalidades  que esperaban con velas encendidas.
Llegando a las Cuatro Calles, sacaron el cuerpo de la procesión y lo llevaron al palacio, introduciéndole en la habitación que S.M. ocupaba. Allí, abrieron el arca y el Rey, venerando la reliquia, tomó un dedo desprendido del cuerpo y se lo quedó hasta finalizar su estancia en nuestra villa. Acabada esta pequeña parada, continuaron hasta la parroquia, en la que colocaron al Santo en el lado del evangelio, donde habían instalado una peana y tablado en la que se puso el arca cubierto todo de brocado, con muchas velas en candeleros y blandones de plata con grandes velas blancas.
El cardenal Zapata celebró el oficio diciendo las oraciones y rogativas e impartió la bendición Pontifical con toda solemnidad y devoción.
Así estuvo los nueve días siguientes, en los que, desde las 8 de la mañana a las ocho de la noche, se le decía misas rezadas en todos los altares de la parroquia y una muy solemne a la una del mediodía por los curas y música de Madrid.
Al cumplirse el novenario, los comisarios que vinieron con el Santo cuerpo, acordaron que al día siguiente, muy de mañana, emprenderían viaje de vuelta a la Corte y, estando todo preparado, y el arca con el Santo Cuerpo fuera de la iglesia, vino orden del Rey para que no le llevasen, y así le tornaron a poner en el lugar que ocupaba en la parroquia. De esta forma permaneció el Santo en nuestra villa hasta el 3 de diciembre que, recuperado S.M., volvió a Madrid de la misma forma en que vino, ahora, acompañado y seguido por el Rey y demás séquito.  En su despedida, volvieron a pasar por este camino, a la vera del cual estaba la ermita de San Sebastián que, al igual que le dio la bienvenida, ahora le despedía.
La mejoría y salud del Rey fue achacada a la estancia del cuerpo de San Isidro en esta villa, y la gente, popularmente, comenzó a llamar a esta ermita la de la Salud, nombre con el que popularmente se la conoce desde aquellos acontecimientos ocurridos en el siglo XVII.

La Asociación Princesa Isabel, en su intención de divulgar nuestra historia, ha querido exponerles los hechos, tal y como sucedieron durante los 17 días en los que se encontró entre nosotros el cuerpo del venerado San Isidro, origen de la relación que, desde entonces, la villa tiene con el Santo patrón de los labradores que hoy celebramos.

Ahora, quiero presentarles a D. Rafael Maldonado de Guevara, Presidente de la Asociación Derecho de la Cultura, quien también es miembro de nuestra Asociación Princesa Isabel, de la familia Vargas, patronos que fueron de aquel labrador llamado Isidro al que tenían a su servicio, y con derechos históricos que tuvieron  sobre dicho sepulcro, desea unirse a nosotros en la celebración del 400 aniversario, haciendo entrega a esta ermita, en la persona de nuestro párroco, de una reproducción de la Cuarta Llave del sepulcro de San Isidro que, desde ahora, se colocará junto a su altar en recuerdo de aquel acontecimiento y su 400 aniversario. Hecho que ahora parecerá insignificante, pero que marcará un hito en la historia de Casarrubios del Monte.

Fausto-Jesús Arroyo López.

a

viernes, 1 de marzo de 2019

SOBRE LA NATURALEZA DE SAN JUAN DE DIOS
Dedicado a Roberto García Solana


Retrato de S. Juan de Dios, realizado el mismo año de su muerte por Pedro de Raxis. Obra que ha sido referencia para artistas posteriores.


Más conocido por San Juan de Dios, es el más famoso de cuantos hijos ha dado la villa de Casarrubios del Monte. Su lugar de nacimiento es de lo más controvertido, polémico y disputado, debido a ser mundialmente conocido. Hasta ahora, ningún erudito ha podido afirmar con documento alguno lo que la villa de Casarrubios del Monte hace; presentar los primeros documentos existentes sobre la naturaleza de San Juan de Dios en esta villa.

Diversos biógrafos, intencionadamente o no, han afirmado su lugar de nacimiento en otros lugares sin mostrar documentación que pueda ser contrastada con las Relaciones histórico geográficas que afirman su nacimiento en Casarrubios del Monte, donde tres vecinos del lugar y un sacerdote dan fe de su nacimiento. ¿Algún documento mejor para testificar su procedencia? Parece que no.

Tanto misterio se desvela tras la lectura del documento redactado en 1576, aproximadamente ochenta y un años de su venida a este mundo y veintiséis después de su muerte. Curiosamente, seis años antes de su primera biografía. Documento que bien puede considerarse sustituto de las inexistentes partidas de bautismo que no comenzarían a utilizarse hasta después del concilio de Trento, y que en Casarrubios no llegarían hasta 1526.



Por este documento, que se encuentra en la biblioteca del Monasterio de Escorial, podemos conocer el verdadero lugar de nacimiento de San Juan de Dios que, a pesar de presentar una lectura un tanto borrosa debido al mal papel en el que se escribió, es la reseña más clara del documento. En él se enumeran a los hombres principales que se habían  distinguido y señalado. De “los que murieron hace poco o que aún vivían”, naturales de Casarrubios del Monte, dicen: 

“ombres de armas asi de a caballo como de a pie, que han hecho buenos hechos fuera destos reinos,” “refierese de algunos hombres principales que por letras y por la iglesia han subido y se han señalado, entre los cuales tratando de los muertos que ha poco tiempo que murieron”
                                                 

                                                                 “yten Juan de dios El q
 fundo El hospital famoso de granada.”

Así, de una forma tan sencilla y sin proponérselo, los tres testigos y el sacerdote, dejaron claro a la investigación el tan enigmático lugar de nacimiento del Santo.

Estos son los primeros datos oficiales conocidos que arrojan luz sobre el nacimiento de Juan Ciudad Duarte[1], o San Juan de Dios. Los dichos vecinos de Casarrubios no necesitaban alardear de gentes que no fueran de esta villa, ya que hombres ilustres tenían para enumerar y el que no lo era, tras mencionar sus merecimientos, lo dejaban constar, como es el caso del protonotario Garci Ximenez, del que hablaremos más adelante, o el doctor Rodrigo de Vivar.

El protonotario Garci Ximenez, que poseyó este beneficio curado de Casarrubios,... que aunque no fue natural desta villa,...

…al doctor Rodrigo de Vivar, que fue fijodalgo y del Consejo de fray Francisco Ximenez- Cisneros-,... No fue natural desta villa, pero cuentase...

Basta una breve reseña para citar a Juan de Dios, del que únicamente conocían como principal hecho el ser fundador del famoso hospital de Granada, realizado en torno a 1536-39. Siendo famoso el hospital, no el fundador. El cómo y el por qué, los vecinos sabían se trataba de aquella persona que siendo niño abandonó el pueblo y cuyo proceso de beatificación comenzó hacia el año 1625, es un misterio.
Esta simple línea sobre el enigmático nacimiento del Santo es de un valor incalculable despejando toda duda y, del que su primer biógrafo, con un farragoso “galimatías”, trató de ocultar. Tanto; orígenes y familia, como procedencia y lugar de nacimiento.

“Nació de padres medianos, no ricos ni pobres del todo, crióse con sus padres hasta la edad de ochos años, y de allí sin sabello ellos, fue llevado por un clérigo a la villa de Oropesa”[2]

Francisco de Castro, quien fuera rector del hospital granadino en 1582, escribió la primera biografía del Santo, pasando como de “puntillas” y de forma obligada sobre su lugar de nacimiento que sitúa en Montemayor el Nuevo, en el obispado de Évora, en el Reino de Portugal. Aunque parece conocer bien a nuestro protagonista, en su biografía ni siquiera dice la fecha de su nacimiento ni el nombre de los padres, que oculta tras un secuestro del niño a la edad de ocho años. Datos que contrastaran con los minuciosamente detallados más tarde sobre su vida y muerte apenas trascurridos treinta años de su fallecimiento. Luego vendrían otros biógrafos que escribieron sobre lo ya dicho por Castro que, sin ningún rigor histórico ni mayores investigaciones, dieron por bueno, contribuyendo a difundir el error que hoy cuesta trabajo deshacer.

Puede que el más acertado sobre la vida del Santo sea el gran estudioso e investigador fray José Luis Martínez Gil, quien en su libro “San Juan de Dios. Fundador de la Fraternidad Hospitalaria”, asegura el nacimiento de este personaje en la villa de Casarrubios del Monte y da una serie de razonamientos. Como el que la familia de Juan Ciudad dejara Casarrubios y viajara hasta Montemayor en Portugal, donde adoptaran un nombre diferente y el niño pasara parte de su niñez.

Otra novela histórica, últimamente publicada por don Ángel Ballesteros, La Cruz de Casarrubios, Juan de Dios santo y judío, tras una exhaustiva investigación, afirma, categóricamente, su nacimiento en Casarrubios del Monte.
Tras el nacimiento de Juan Ciudad Duarte en esta villa, nacen las hipótesis sobre su salida de ella, centradas principalmente en la posible naturaleza ilegítima u origen judío-cristiano en una época difícil para la convivencia de un matrimonio mixto, en la que se verían acosados por la Inquisición y las leyes de expulsión recientemente promulgadas por los Reyes Católicos. Sería igualmente difícil si se tratara de un matrimonio noble-plebeyo, no aceptado por la población, al menos, por la de los hidalgos, cuya incomodidad les obligaría a marcharse y cambiar de identidad lejos de aquí. Cualquiera de las hipótesis creó un misterio para los investigadores que tratan el tema. Incluso Castro, supo muy bien ocultar la naturaleza y origen de sus padres con el manto de silencio.

Cada autor hace referencia a su primer viaje diciendo, los unos, que fue debido a una enfermedad de los padres, otros, que el niño fue sacado por un  familiar, posiblemente tío, del niño, o que fue raptado por un clérigo,  sin faltar los que aseguran que quien se lo llevó fuera un enviado del Conde de Oropesa, don Francisco Álvarez de Toledo, del que pudiera ser hijo o nieto ilegítimo, etc. Ballesteros, en su novela,  dice haber sido sacado de la villa por unos tíos, hermanos ambos, que se hicieron pasar por padres del niño con el fin de protegerle. Martínez Gil afirma que Castro conocía perfectamente la verdad familiar, pero el manto de niebla que echó sobre sus primeros años han hecho que en la actualidad sea difícil descifrar el enigma.

La mayoría de los investigadores suelen ser hermanos de la Orden Hospitalaria, quienes en privado aseguran su nacimiento en Casarrubios y en público no se atreven a contradecir a su cúpula que, después de tantos años afirmando la naturaleza lusa del Santo, contradecirla ahora sería como un cisma para la Orden. Motivo por el cual su nacimiento en Casarrubios no ha sido reconocido mundialmente.

La fecha exacta de su nacimiento sigue siendo una incógnita, aunque por deducciones sobre la edad del personaje cuando aparece en Oropesa, luego, cuando acude a Fuenterrabía, al Sitio de Viena y en el viaje a Ceuta, algunos coinciden en señalar como año más probable de su nacimiento el de 1495, e incluso, alguno más osado afirma que fue un ocho de marzo, la misma que la de su fallecimiento. Otros en cambio apuestan por el veinticinco de abril de ese mismo año.



                           





















Detalles del monumento a San Juan de Dios en la villa de Casarrubios del Monte

Despejado el lugar de nacimiento, continúan las hipótesis sobre sus orígenes y salida de la villa, centradas en la posibilidad de que esa naturaleza ilegítima o judeo-cristiana, que acabamos de ver, relacionara a alguno de sus progenitores con familiares cercanos al conde de Oropesa. Diversos indicios, y sigue siendo una hipótesis, podrían apuntar a la maternidad secreta de una hija del conde y, cuyo cariño normal de la sangre, harían a este quererlo cerca de él, llevándole a su casa en Oropesa, como criado o asistente.
Cosa extraña es que en la etapa de vagabundo, ermitaño o como se le quiera llamar, Juan de Dios fuera grandemente aceptado por la nobleza, abriéndoles sus puertas y facilitándole acomodo. ¿Esto era debido al espíritu caritativo, beatificación o piedad de la nobleza? O, más bien, ¿porque sabían que era el nieto, o familiar cercano del Conde?, quien gozaba de grandísima influencia.
Dejando la vida piadosa del Santo, las andanzas de Juan Ciudad pueden resumirse en las siguientes líneas, haciendo la salvedad que, en cuanto a fechas y algunos hechos determinados, los diferentes autores no se ponen muy de acuerdo:
Nació en Casarrubios del Monte hacia el año 1495, siendo niño salió de la villa con destino desconocido, acompañado de sus padres, uno de ellos o, incluso, en compañía de algún tío suyo. No se vuelven a tener datos de Juan Ciudad hasta 1503 en que aparece en Oropesa, cuando contaba ocho años. Dicen que procedía de Montemayor en Portugal, cosa que no está clara, siendo lo más probable que procediera de Casarrubios del Monte, lugar cercano del que tan solo le separan 100 Km. En Oropesa trabajó en las labores del campo y como pastor en la casa de un hombre llamado Francisco Vázquez[3], o Francisco Cid Mayoral, apellido que bien pudiera ser el cargo que el tal Francisco ocupara en la casa del conde de Oropesa, donde Juan estuvo hasta los veinte años gozando de la estima de todos. Cuando el Conde reclutó gente para sus huestes en apoyo al Emperador en la reconquista de la ciudad de Fuenterrabía a los franceses, alistó en ellas como soldado a Juan Ciudad, “siendo mancebo de veynte dos años, en la compañía de infantería del capitán Juan Ferruz”[4], cosa que ocurrió en la primavera de 1523[5], regresando al año siguiente fracasado de la aventura militar.
Francisco de Castro narró las vicisitudes por las que Juan pasó en esa guerra de la que finalmente fue expulsado. Su pésimo trabajo en el ejército le ocasionó castigos que le llevaron al límite de la ejecución, de la que se vio liberado, suponemos, gracias a la intervención del Conde, volviendo a Oropesa con su antiguo amo. 
En 1532 sintió nuevamente la llamada de la aventura y como soldado, criado o asistente del conde de Oropesa, don Fernando Álvarez de Toledo, se halló con sus huestes en el ejército imperial de Carlos V marchando contra Solimán a la liberación de Viena.[6]
A su regreso, desembarcó en la Coruña y marchó en peregrinación a Santiago de Compostela. De allí pasó a Portugal, dirigiéndose a Montemayor. Puede que de pequeño le insistieran tanto de su procedía de dicha población que, cuando llegó a ella se sintió como un perfecto desconocido, pues nadie le recordaba ni él conocía a nadie, ni sabía dar el nombre de sus padres para que los del lugar le pudieran dar razón de ellos, a lo que Martínez Gil apunta dos hipótesis: la primera es que al ser judíos sus padres cambiaran de nombre para no ser denunciados, pero de haber sido así, estos lo hubieran hecho nada más salir de Casarrubios del Monte y Juan ya conociera sus nuevos nombres, o diera el nombre antiguo con el que se les conocía. La otra hipótesis es que sabiendo de su origen judío no quisiera revelarlo por temor a ser considerado cristiano nuevo y caer en sospechas de la Inquisición. Cabe una tercera; que de pequeño nunca hubiera pisado esa población, procediendo, verdaderamente, de Casarrubios del Monte.
Juan de Dios, labrador, pastor, soldado, bracero, andariego y librero, aquel que fundara la Orden de los Hermanos Hospitalarios y naciera en Casarrubios del Monte hacia 1495, murió a los 55 años en Granada un 8 de marzo de 1550. En 1622 comenzó el proceso de beatificación que culminó Urbano VIII el 1 de septiembre de 1630. Fue canonizado el 16 de octubre de 1690 por Alejandro VIII y declarado celestial patrono de todos los hospitales y enfermos en 1886 por León XIII. Patrono de enfermeros y sus asociaciones por el Papa Pío XI en 1930. Su fiesta se celebra el 8 de marzo.

La historia de San Juan de Dios no fue la única que de esta naturaleza se dio en Casarrubios. Conocemos la de Alonso de Toledo, al que, sin haber documentos que lo confirmen, creemos naciera en esta villa en 1468, debido a la naturaleza de la madre y, del que hablaremos al final de este libro.



  


INVESTIGADORES Y ESTUDIOSOS QUE CONFIRMAN LA NATALIDAD DE SAN JUAN DE DIOS EN  CASARRUBIOS DEL MONTE.

P. JOAQUÍN SÁNCHEZ, que ha escrito: Aquel hombre, que viera su primera luz en el pueblo toledano de Casarrubios del Monte... Hispania Sacra, Volumen 58

VIDAL BENITO REVUELTA, San Juan de Dios (Temas españoles) afirma claramente que fuera hijo de este pueblo.
 “Durante su vida en Casarrubios y en Oropesa no se señala por nada digno de considerarse en las relaciones. La fama surge y se extiende a raíz del primer hospital que funda en Granada, 1535; por ello se hacen eco los de Casarrubios, en su memoria vive el nombre de Juan de Dios veinticinco años después de su muerte. Hay que tener en cuenta que en el mismo pueblo de Casarrubios abundan por aquel entonces los ejemplos de personas de allí naturales que fundan hospitales, colegios y capillas en la propia localidad o en la de los alrededores y que vivieron gastando en pobres su renta”
“De no haber sido verdaderamente natural de ella, ya que entre sus convecinos contaban con personas de más relieve social e intelectual que practicaban en alto grado la virtud de la caridad, no lo hubieran citado. Por consiguiente, parece que no cabe duda que Juan de Dios nació en Casarrubios del Monte, Toledo, en España”.
Vidal Benito Revuelta publicó en 1959 un folleto en la serie Temas Españoles, con el título San Juan de Dios, en el que afirmaba que el Santo nació en Casarrubios del Monte (Toledo). Basado, (como el presente trabajo),  en la declaración realizada en 1575 por dos ancianos del lugar que, después de referirse a personas ilustres nacidas en el pueblo, concluyen “iten Juan de Dios, el que fundó el hospital famoso de Granada”

J.L. MARTÍNEZ GIL. “La familia de Juan Ciudad dejó Casarrubios, en España, y se trasladó a Montemayor en Portugal”.
Pudo nacer Juan Ciudad en Casarrubios del Monte (Toledo), y por condición de hijo de padres judíos ante la incertidumbre reinante y las dificultades que tenían los padres, recién nacido el niño, pudieron emigrar a Montemayor y vivir allí un tiempo sin ser oriundos del lugar, un periodo de su vida que bien pudieron ser estos ocho años que describe Castro.

M. A. GARCÍA DEL OLMO. “..hace casi cinco siglos un oscuro soldado de Casarrubios del Monte (Toledo), que, habiendo oído predicar a San Juan de Ávila, vendió sus bienes y se tiró como un demente (llegaron a internarle creyendo que estaba loco) a socorrer a los que nadie se molestaba en mirar siquiera. Hoy es venerado como San Juan de Dios, su obra brilla y se halla extendida por el mundo”.

LUIS MORENO NIETO. “Parece que no cabe duda de que San Juan de Dios Nació en Casarrubios, España”.- Santos y Beatos de Toledo.

ANGEL BALLESTEROS SAHORÍ. “La cruz de Casarrubios, Juan de Dios santo y judío” Novela histórica que afirma su nacimiento en Casarrubios del Monte de padre judío y madre judío-cristiana.





[1] J.L. MARTÍNEZ GIL.- San Juan de Dios...            
[2] F. DE CASTRO.- Historia de la vida y Santas obras de San Juan de Dios…
[3] R. SAUDECO.- La cronología…
[4] Historia de la vida y Santas obras de San Juan de Dios.....- F. de Castro.
[5] Se alista como soldado en un tercio que se preparaba para luchar entre el Emperador y Francisco I de Francia. Asiste a la batalla de Fuenterravía en 1521. Aunque triunfó su tercio, él se va a punto de ser ahorcado por no haber sabido guardar un depósito militar y vuelve a Oropesa (Jorge Serrano. G.O.R.C. 
[6] San Juan de Dios....- J.L. Martínez Gil.


                                                                                                                      Fausto J. Arroyo López

domingo, 13 de enero de 2019

LOS AGUSTINOS DE CASARRUBIOS DEL MONTE Y SU RELACIÓN CON VALMOJADO


           Articulo publicado en el libro de fiestas del Stmo. Cristo del Amparo de Valmojado

Por                                
Fausto J. Arroyo López
David González Agudo


1. Orígenes y relevancia comarcal

   Los orígenes de los frailes agustinos del convento de Nuestra Señora de Gracia en Casarrubios del Monte, parecen remontarse a la existencia de unos caballeros de la orden del Temple que, tras la Reconquista, habían ocupado la basílica de Santa María de Batres, junto al río Guadarrama. Tras la disolución de la orden, algunos se convirtieron en eremitas y se integraron en la de San Agustín. Posiblemente, por la ruina de la basílica se trasladarían a extramuros de Casarrubios, fundando un convento en una mísera casa de la población a finales de 1354. Una veintena de años más tarde, en 1372, recibieron la ayuda de los señores de Casarrubios, don Diego Gómez-Pérez de Toledo y su mujer, doña Inés de Ayala, para refundar un monasterio que habría de albergar los sepulcros familiares del matrimonio. Esto no llegó a suceder por producirse el fallecimiento de don Diego Gómez de Toledo antes de concluir las obras.
   El convento contaría con una nueva ubicación, para lo cual dichos señores entregaron a fray Juan de Ocaña unas casas. El nuevo cenobio, uno de los más antiguos de la orden en España, era “bastante espacioso y cómodo” y contó además con la promesa de la entrega de cierta cantidad de dinero. Ese importe no llegó pero, a cambio, el 31 de mayo de 1375, doña Inés entregó al monasterio "las casas de la judería" de Casarrubios para que, con sus rentas, se ayudase a la edificación del monasterio. En el momento de la donación se designó prior y se llegó a un acuerdo con la familia Ayala para que en el monasterio hubiese doce frailes, de los cuales al menos seis debían ser sacerdotes.
               Las obras continuaron diez años, según afirmaba don Pedro Suárez, hijo del matrimonio benefactor, en su testamento fechado en agosto de 1383. En el documento mandaba acabar los trabajos, para los que su padre, pidiendo ser enterrado delante del altar mayor, había dejado 15.000 maravedíes. Con ese fin, y con lo que rindiese toda su heredad de Tormantos, había fundado tres capellanías perpetuas por su ánima. Don Pedro murió ese mismo año guerreando en Portugal.
   En el siglo XV, fray Alonso de Rabanal, provincial de la orden, dio una carta de hermandad a los que ayudaran a la edificación de la iglesia del convento. Un siglo más tarde se realizaron mejoras, que pasarían por una nueva construcción de la iglesia que hacia 1610 se encontraba totalmente derruida. Se acometieron obras de reconstrucción del templo y capilla por un importe de 3.600 ducados y una duración de dos años. En 1689, la falta de dinero obligó a dictar una Real Cédula, concediendo licencia para pedir limosna en las Indias por tiempo de seis años, para acabar la capilla de Nuestra Señora de Gracia. Diversas bulas y privilegios, concedidos por diversos papas, hicieron a su iglesia gozar de gran fama, atrayendo a gentes de los alrededores. En ella se encontraba la imagen de la virgen, que se  consideraba milagrosa.
   Una relación poco conocida de “milagros” y “casos prodixiosos” de la Virgen, impresa en 1609, muestra que no sólo los casarrubieros la habían invocado en sus “males” y “peligros”, sino también los vecinos de lugares “comarcanos”.


Iconografía de Nuestra Señora de Gracia en una relación de milagros de 1609.

   Entre los varios prodigios que se relatan en versos -romances, quintillas y redondillas-, existe uno referido a “una niña enferma” de garrotillo en Valmojado. Dice así:

Con garrotillo tenia
tres hijas una muger
que en Valmojado vivia,
la qual todo su querer
en la mayor puesto havia.
Mas luego, reyna escogida,
que os fue su salud pedida,
¡oh, milagro celestial!,
las dos murieron del mal
y a la mayor distes vida[1].

    En el convento tomaron los hábitos numerosos casarrubieros, como Hernando de Bustamante, Tomás de Ayala, Juan de Subijana o Juan de Cepeda. También hubo hermanos de pueblos cercanos, como fray Alonso de Méntrida, quien profesó en 1590 y marchó a Filipinas nueve años después; en esa provincia sería elegido superior mayor. El convento sería semillero de evangelizadores para las Indias y Filipinas, como Juan Ayllón, Francisco de Aguirre, Pedro de Guevara, Francisco de Vara, Juan Pimentel, Cristóbal de Osma o Gabriel González, entre otros tantos.
   Los agustinos tuvieron gran protagonismo en la historia de Casarrubios y su comarca, sobre todo durante los veintiséis días que Felipe III estuvo en la villa, aquejado de una grave enfermedad. Los frailes ejercían de confesores, predicadores y asistían a los enfermos en los últimos momentos. También tuvieron a su cargo la enseñanza de ciertas materias en la villa y, en ocasiones, ejercieron como tenientes de cura en las parroquias de Casarrubios y las aldeas. Es el caso, por ejemplo, de fray García Infante en Valmojado, en 1681.
   En 1576 los casarrubieros comentaban que en la villa había “sesenta clérigos y frailes, muy buenos predicadores, naturales d’ella, aunque están ausentes muchos. El padre fray Gabriel de Pinelo, provincial de los agustinos, y fue d’esta villa y tierra fray Francisco Serrano, que fue algunas veces provincial de los agustinos". Más tarde, en 1769, el monasterio era habitado por diez individuos, un donado, un sacristán, dos criados y ocho solteros. El censo del Conde de Aranda dice haber en él dieciséis hermanos de órdenes religiosas. Finalmente, en 1835, los frailes abandonaron el convento debido al decreto de exclaustración de Mendizábal.
   
   El lugar donde se levantara el convento, junto a la iglesia de San Andrés, lo ocupa hoy el colegio público, sin apreciarse vestigio alguno que dé testimonio de la construcción de otros tiempos. La fachada principal del edificio se conservó hasta 1864, y en 1910 el edificio ya se encontraba en completa ruina, quedando sólo algún resto de sus muros. El valor arquitectónico del cenobio no debió de ser destacable, acorde con la sencillez de su interior. Su iglesia no contaba con obras de arte destacadas, a excepción de un sepulcro de mármol blanco y negro -bastante bien adornado, según cuenta Madoz en su Diccionario Geográfico- con relieves de algún mérito, colocado al lado del Evangelio, junto al altar mayor, con la siguiente inscripción:
              
Soli Deo honor et gloria. Aquí yace Bernardo de Oviedo y Puelles, del Consejo de Rey N.S. Don Felipe III y IV, su secretario, y de los descargos de las majestades cesáreas y católicas de los reyes de Castilla, mayordomo mayor del Excmo. Sr. Don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal y arzobispo de Toledo, arcipreste de Guadalajara; primero y perpetuo patrono de este santo convento, él y sus sucesores: murió en 1649. R.I.P.

   La fama de los agustinos se extendía por los contornos de Casarrubios. El libro de sacristía (1664) refleja las peticiones de misas de pueblos cercanos como La Torre, Carranque, Santa Olalla, Villamanta, El Álamo, El Viso, Cedillo, Illescas, El Prado, La Cabeza, Valmojado, Méntrida, Chozas, Navalcarnero; y no tan cercanos, como Villamiel, Yunclillos, Magán, La Puente, Quijorna, Recas, Torreblanca, Villaseca, Pelayos, Palomeque, Hormigos, Novés, La Puebla, Fuenlabrada, Ugena, Ajofrín, Torrejón, Alcobendas, Polán, y hasta de Madrid. Por tanto, era normal ver sus propiedades,  repartidas por todos estos pueblos, fruto de donaciones testamentarias. Como ejemplo puede citarse el arriendo que el prior agustino, fray Bernardo Lucio, y el procurador, fray Francisco Sánchez, hicieron en 1755 de sus tierras y diezmos en Lominchar. Ese año se arrendaron por nueve años a Gabriel Barrera, vecino del lugar.

2. Patrimonio agustino en Valmojado

   En 1746 los frailes agustinos elaboraron una relación de sus propiedades rústicas en los entornos de Casarrubios y de las rentas que obtenían de ellas[2]. El motivo pudo ser doble: llevar un control más exhaustivo de la hacienda del monasterio y, quizás, informar sobre sus recursos económicos para la llamada única contribución que por aquel entonces pretendía establecer el Marqués de la Ensenada. En la citada relación aparecen tres fórmulas distintas de cesión del patrimonio agustino: 1) censos redimibles o al quitar; 2) censos enfitéuticos; y 3) arrendamientos.

2.1 Censos redimibles

   El primer tipo de rentas provenían de los llamados censos redimibles o al quitar. Eran, básicamente, préstamos con interés a través de los cuales el convento concedía una cantidad de dinero, para los que se el prestatario tenía que hipotecar uno o varios bienes. En su libro mayor, los agustinos registraron una memoria con diecisiete censos redimibles que, hacia 1746, tenía el cenobio en Casarrubios, “así como en Madrid, Navalcarnero, Villa del Prado, Méntrida, Recas, las Ventas de Retamosa, y Valmojado”[3]. La información aparece expresada en tres columnas. La de la izquierda expresaba el principal; la del centro, los datos del prestatario; y a la derecha estaba el rédito o interés. De este modo, la documentación ofrece una foto fija de la actividad crediticia del monasterio en la comarca a mediados del siglo XVIII.

2.2 Censos enfitéuticos

   El segundo tipo, los censos enfitéuticos, podría considerarse como una fórmula de cesión a perpetuidad[4]. Son una clase muy antigua de contratos, por la que, a cambio del usufructo del terreno, el labrador pagaba anualmente al propietario una renta fija, llamada tributo, en metálico y en especie (gallinas y, a veces, otros productos). El tributo simbolizaba un reconocimiento del dominio eminente del propietario sobre la heredad o finca en cuestión. No obstante, en la práctica, ese dominio se consideraba del tomador, quien podía venderlo o cederlo a otra persona. En ese caso, el nuevo tomador del censo debía hacer escritura de reconocimiento. Normalmente, el vendedor solía pagar al propietario un porcentaje (diezmo) sobre el precio de venta.
   Según la documentación estudiada, el censo enfitéutico fue el segundo tipo de contrato más numeroso a la hora de ceder el usufructo de las tierras del monasterio. El libro mayor de los agustinos de Casarrubios contiene ochenta y cuatro propiedades acensuadas[5]. El tiempo para preparar este artículo nos ha limitado su estudio a fondo; tarea que dejamos pendiente para futuros trabajos. De momento podemos decir que, de las escrituras examinadas, las más antiguas se remontan al siglo XV[6].
   De la documentación referente a Valmojado destacamos, por ejemplo, un censo perpetuo de cuatro maravedíes anuales contra los hijos de Roque de la Nueva, sobre un quiñón en las eras llamadas de los Pradillos. El quiñón de sembradura tenía dos fanegas de superficie y estaba “enfrente de la Yglesia”, lindando por ábrego (suroeste) con las eras, por poniente con otro quiñón de la memoria de Miguel Sánchez Sardinero, de Casarrubios, por el solano con el quiñón de Juan Alonso, vecino de Valmojado, y por el cierzo con quiñones de este último y de Andrés Sánchez, vecino también de esta villa. Inicialmente el quiñón habían sido dos que después fueron deslindados. La documentación también ofrece datos sobre la fecha en la que el clérigo Alonso López Heredero había escriturado la propiedad a favor del monasterio, ante Francisco de Castañeda, escribano de Casarrubios. Fue el 30 de agosto de 1625.
   Examinando documentos más antiguos y cotejando los linderos se sabe que este quiñón-frontera, junto con otras dos tierras, había sido legado a los agustinos por Isabel Díaz en diciembre de 1597. Con ello, la difunta valmojadeña dejó dispuesto que le dijesen, perpetuamente, “una misa cantada con ministros y sermón el día de San Francisco”, con un cirio encendido en el monumento[7]. Cumpliendo las mandas testamentarias, el 2 de marzo del año siguiente, el procurador del convento, fray Antonio Godino, se desplazó a Valmojado con el escribano de Casarrubios, con el teniente alguacil de la villa y con tres testigos para tomar posesión del terreno. Así, tomando de la mano al procurador, el teniente alguacil le introdujo en la finca. El fraile se paseó por ella, “arrancando yerbas y açiendo mojones y otros autos de posesión”.
   Como vemos, esta noticia no sólo confirma una temprana relación devocional de los valmojadeños con el monasterio, sino también el exhaustivo control en el tiempo sobre las propiedades agustinas. De hecho, en el citado libro mayor, más abajo, pueden encontrarse apuntes posteriores sobre los sucesivos censatarios del mencionado quiñón. A Roque de la Nueva le siguió su hijo, Manuel de la Nueva y Tapia, quien después se lo traspasó a su pariente, Francisco Suárez Monroy y Camberos. De este último, pasaría más tarde a María Manuela Delgado y Camberos, cuyo legado acabó heredando su esposo, Manuel Monroy.
   En cada apunte es común ver advertencias de los frailes a los censatarios para que éstos hiciesen reconocimiento de los censos. El celo de los agustinos en el control de sus propiedades y rentas se refleja también en un recordatorio específico al prior sobre el cuidado “de hacer que se hagan reconocimiento de los censos”, tanto enfitéuticos como redimibles, una vez “que pasan a nuevos poseedores”[8]. Al parecer, por aquella omisión, la comunidad tenía “perdidos muchos censos perpetuos y diezmos”. Para ellos, convenía informar a los secretarios de Casarrubios para que avisasen al convento “siempre que se vendan tierras o se den en dote o se manden en testamentos, que de este modo se sabrá todo”. Asimismo, sugerían escribir “con buena letra” todos los reconocimientos del registro, “para que puedan ser en todo tiempo legibles”.

2.3 Arrendamientos

   El tercer tipo de rentas de los agustinos eran las procedentes de los arrendamientos. Estos contratos podrían considerarse un tipo de cesión de la tierra a medio plazo, pues su renovación permitía revisar y actualizar la renta. Según las primeras catas realizadas, el contrato más habitual era de nueve años de duración. En los de arrendamiento se establecían algunas condiciones sobre la heredad. Si ésta era de sembradura, el arrendatario saliente, al cumplirse el último año, debía dejar la mitad de las tierras en barbecho, para que el entrante las pudiera labrar y sembrar. La renta solía pagarse, “puntual y enteramente”, el día de Santa María de agosto, en “trigo bueno, limpio, seco, de dar y recibir, sin mezcla ni atención alguna”, so pena de ejecución y costas. El contrato se recibía “a todo riesgo y ventura, de cualquier caso fortuito del cielo o tierra, fuego, piedra, y demás vistos o no acaecidos”[9].
   Los arrendamientos, más numerosos que los censos perpetuos (139 propiedades en 1746), parecen ser la tajada más suculenta para la hacienda agustina. Las propiedades se repartían en nueve pueblos: El Álamo, Camarena, Casarrubios del Monte, Chozas de Canales, Lominchar, Palomeque, Valmojado, Las Ventas de Retamosa y El Viso de San Juan. La superficie total superaba las seiscientas cincuenta fanegas, casi cuatrocientas (393,2) hectáreas[10], siendo mayoritariamente tierras de sembradura, aunque también existe viñedo (casi diez mil cepas en Casarrubios, Valmojado, El Álamo y Chozas), olivar (826 pies en Casarrubios), eras (en Casarrubios) y algunas cercas (en Valmojado).
   Los frailes de Casarrubios arrendaban en Valmojado veintiocho propiedades, un 20 por ciento del total. La superficie rondaba las ciento cincuenta fanegas (83,3 hectáreas) y suponía un porcentaje (21 por ciento) cercano al del número de propiedades. La mayor parte eran tierras y quiñones de sembradura en Valdepuerco, La Nava, Moratejo, Cañada Real, Cerro Alto, Las Veguillas, Cerro de las Vacas, Camino de Méntrida, Ejido, Valdevaquillas, los Pradillos, Prado Tejedor, Valdeoro, Portillo de Villamanta y Cruz del Retal. También poseían una viña de seiscientas ochenta cepas en Valdeniebla, con dos fanegas de tierra calma “por cabeceras”. Por último, tenían cuatro cercas en el pueblo: una con tres olivas en el camino de Méntrida; otra entre la calle Real “que va del pozo del concejo al Barrio Alto” y el “camino que llaman Charco Caño”; otra de tres celemines que lindaba con el citado camino y el de Méntrida; y otra cerca de un celemín que fue solar de casa, en el Barrio Alto.
   Varias propiedades valmojadeñas, como otras, habían pasado al patrimonio conventual al ejecutarse las hipotecas que algunos censatarios, incapaces de pagar los réditos, tenían sobre ellas. Otras acabarían siendo vendidas por los agustinos a vecinos del pueblo años después de la Guerra de la Independencia. Por ejemplo, dos quiñones en los Pradillos serían comprados, en 1819, por Teresa López y Dionisio Sánchez-Garnica, respectivamente. Este último, en el mismo año, compraría también otra tierra de dos fanegas en Valdevaquillas.



[1] Biblioteca Nacional de España (B. N. E.), R/1733.
[2] Se trata del llamado Libro de Mayor de toda la hacienda que tiene este convento de Nuestra Señora de Graçia de Nuestro Señor San Agustin. Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), Clero, libros, 14956. También disfrutaban de otros derechos, como los procedentes de juros en el almojarifazgo de Sevilla, en Toledo, en Ocaña, en El Viso y Carranque, o la leña del Real Sitio de Aranjuez.
[3] La documentación alude a una distribución geográfica de los censos redimibles algo diferente: Casarrubios, 3; Madrid, 4; Méntrida, 1; Recas, 1; Las Ventas, 1; Valmojado, 4; Cedillo, 2; y Lominchar, 1, A. H. N., Clero, libros, 14956, fols. 4-31.
[4] Sobre los censos, Ballester Martínez, Adolfo (2005-2006), “Los censos: concepto y naturaleza”, en Espacio, Tiempo y Forma, serie IV, Historia Moderna, t. 18-19, pp. 35-50.
[5] A. H. N., Clero, libros, 14956, fols. 32-120.
[6] La más antigua de las primeras veintitrés analizadas se corresponde con una huerta en la Solanilla, en Casarrubios, colindante con el arroyo del Arenal, “por las carnicerías”. Pasó al patrimonio del cenobio el 18 de julio de 1478. Otorgó la escritura Alonso García, ante el, entonces, escribano Juan de Frías, A.H.N., Clero, libros, 14956.
[7] A. H. N., Clero, legs., 7165-7166.
[8] A. H. N., Clero, libros, 14956, fol. 2.
[9] A. H. N., Clero, legs. 7165-7166.
[10] La aranzada es la medida de superficie para el viñedo y equivale a 400 estadales cuadrados castellanos, es decir, 4.471,9284 metros cuadrados. Por su parte, la fanega es la medida de superficie para las tierras de cereal. Las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada en Valmojado dicen que en el pueblo se utilizaba la fanega de 600 estadales, que equivalía a 5.651,25 metros cuadrados. Sobre medidas en la región toledana, Cobo Ávila, Jesús (1991), “Introducción”, en Marcos Burriel, Andrés, Informe de la Ciudad de Toledo al Consejo de Castilla sobre igualación de pesos y medidas, Toledo, Diputación Provincial de Toledo, pp. 38-39.