viernes, 13 de agosto de 2010

LA VIRGEN DE GRACIA DE CASARRUBIOS DEL MONTE


La devoción que la villa de Casarrubios del Monte profesa a la Virgen de Gracia se remonta a los tiempos en que los frailes agustinos se asentaron en nuestra villa pero, es a partir del siglo XVI cuando la población se vuelca en esta Virgen a la que declara como su patrona, venerándola en una imagen que se encontraba en su convento existente en nuestra villa hasta el siglo XIX. Se desconoce la fecha de la entronización como patrona, lo que sí sabemos es que en 1611 se creó en el convento de Nuestro Padre San Agustín la Cofradía de Nuestra Señora de Gracia de Casarrubios.
De especial auge fue el protagonismo que la imagen despertó en los siglos XVII y XVIII, recibiendo cantidad de visitantes de toda la región implorando mercedes. La fama extendida por los frailes agustinos, tanto de palabra como en publicaciones de la época, llegaban incluso de las Indias, y se dejaba sentir en Casarrubios. Esta devoción se refleja especialmente en las anotaciones de los libros de sacristía, en los que aparecen las peticiones de misas, no solo de gentes de la población y pueblos de su entorno, sino de lugares alejados como Madrid, Segovia, etc. E, incluso, alguna desde Hispano América.

Se desconoce la fecha de la declaración de Nuestra Señora de Gracia como patrona de la villa, pero sí la creación de la Cofradía que fue fundada en el convento de Nuestro Padre San Agustín en 1611. Alrededor de esta fecha parece que se intentó reformar o construir una nueva capilla para la Virgen, que no concluirían, al menos, hasta finales de siglo. Las escasas aportaciones económicas que llegaban a los frailes impedían su conclusión, por lo que el rey Carlos II concedió en 1689 una Real Cédula permitiendo pedir limosnas en las misas de las Indias, por un periodo de seis años, para acabar la capilla de Nuestra Señora de Gracia de convento de San Agustín de la villa de Casarrubios, comenzando a llegar los pesos a finales de siglo.

Existe la leyenda escrita por un piadoso devoto sobre las circunstancias que rodearon la venida de la imagen al convento de frailes agustinos desde Portugal, cosa que no deja de ser eso, leyenda, pero que los piadosos fieles del siglo XV difundieron diciendo que; en una expedición que el rey Juan I de Portugal realizó a África el año 1415, tomó Ceuta, donde encontró una imagen de cuerpo entero de la Virgen, que trajo a su palacio de Portugal. Años más tarde, en 1441, Juan López del Rincón, hayo de la reina madre, doña Leonor, bajo cuya tutela se encontraba el entonces rey Alfonso, tomó la imagen y emprendió la marcha hacia Casarrubios. Los portugueses, que no deseaban perder la imagen, enseguida emprendieron su búsqueda y, aunque se cruzaron con los llevaban la imagen, no los conocieron ni vieron la imagen. Pasando la aduna con total libertad, finalmente, llegaron a Casarrubios donde la colocaron el 25 de marzo de 1442. Leyenda que aparece en algunos libros de la época.

Como hemos dicho, el siglo XVII fue un periodo en el que la Virgen de Gracia gozaba de un especial protagonismo, por lo que sus fiestas atraían a multitud de personas. Las de 1609 contaron con la representación teatral de la obra “El Ángel de la Guarda”, del maestro toledano José de Valdivieso, interpretada por Domingo Balbín. En 1611 se creó la cofradía y en 1616 las fiestas en su honor volvieron a contar con la representación de obras teatrales del afamado empresario Pedro Cebrián.
En 1619, con motivo de la estancia del rey Felipe III, la imagen fue sacada en procesión y llevada a la iglesia de Santa María, donde quedó instalada hasta la recuperación del monarca mientras se sucedían ruegos y súplicas por la salud del monarca dirigidos por el cardenal Zapata.

Tanto fervor alrededor de la imagen dio origen a que en sus fiestas se suscitasen rencillas entre la feligresía por ver quienes desfilaban en lugar preeminente en su procesión.
A finales del siglo XVII las fiestas en honor de la patrona se venían celebrando el jueves infraoctavo de la Natividad de Ntra. Sra. y se extendían al viernes y sábado siguientes, inmediatos al 8 de septiembre, Así se venía haciendo desde más de ochenta años. Se iniciaban el jueves por la mañana en el convento de San Agustín, que se encontraba a extramuros de la villa, sacando en procesión la milagrosa imagen de Ntra. Sra. de Gracia, acompañada de danzas y chirimías, clarines, tambores y otros efectos. Tras recorrer algunas calles del pueblo la imagen llegaba a la parroquia de Santa María, donde, con gran solemnidad, se celebraban los actos religiosos que comenzaban con la obligada misa mayor cantada, sermón y lo demás acostumbrado, todo ello acompañado de la exclusiva música que venía de San Felipe el Real de Madrid, especialmente para esta función. Nuevamente, por la tarde, acompañada con la misma música de flautas, tambores y chirimías, se volvía a sacar la imagen para ser devuelta a su casa y convento.
No se sabe si fue el fervor o el prestigio por ocupar un puesto destacado al lado de la Virgen, el que llegó a ocasionar altercados de sus gentes al intentar defender su posición según el cargo u oficio que ocupaban en el municipio o la Iglesia. Año tras año venía aumentando el descontento de las gentes que no se ponían de acuerdo con el puesto que debían ocupar en la procesión, por lo que en ese año de 1688, llegaron a ocasionarse grandes enfados y pesadumbres.

El numeroso clero existente en Casarrubios se encontraba dividido entre el convento de San Agustín y las dos parroquias, cada uno encabezando su feligresía correspondiente. Ese año, las gentes de la villa, junto con las venidas de lugares cercanos, deseosos de estar cerca de la milagrosa imagen, se agolpaban en torno a la iglesia del convento esperando el inicio de la procesión.
Previo a la celebración de la misa ya se habían suscitado ciertas desavenencias en su preparación por el lugar que ocuparían las distintas cofradías, estandartes o cruces parroquiales. Las discrepancias fueron en aumento y obligaron a la suspensión de la misma, lo que llevó a grandes disgustos y disturbios que acabaron en un pleito ante el arzobispo de Toledo.
Intentando poner calma entre las gentes de la población y que la fiesta pudiera seguir celebrándose en años sucesivos, el convento de San Agustín y el Ayuntamiento acordaron reunirse y elaborar unas normas que complaciesen a todos y evitase cualquier tipo de altercado en lo sucesivo, para lo debían contar con la participación y presencia de la condesa doña Isabel Chacón que residía en Madrid, lo que obligó a desplazarse a la capital al alcalde mayor, don Francisco Dávalos y Santander, y a varios Padres del convento de San Agustín, entre los que se encontraban el P. maestro fray Juan Palomeque y seis frailes más. Todos religiosos del convento de Casarrubios.

Las normas que en lo sucesivo organizaban las fiestas de nuestra Sra. de Gracia y, sobre todo su procesión, quedaba regulado de la siguiente forma:
La ceremonia debía ser anunciada a campana tañida. La cruz parroquial de San Andrés ocuparía el lugar preeminente, acompañada de todo el clero secular de la villa y de los religiosos del convento que irán con su guión en lugar inferior, dejando a los cofrades y devotos, que así lo quieran, hacer la procesión con luces.
El prior del convento sería el encargado de traer la música y el concejo se ocuparía de los bagajes necesarios para venir desde Madrid y su vuelta. La condesa proveería la cera necesaria para el altar de la parroquia de Santa María durante todo el tiempo en el que esté colocada la imagen, repartiéndose la sobrante, mitad por mitad, entre el convento y la parroquia de Santa María. También correría todos los años con los gastos de 12 gallinas, 12 conejos y 50 reales de vellón que pagaría al convento para dicha fiesta, para la iglesia y para la comida de los músicos.
En las vísperas y días de más fiestas se celebrarían danzas, clarines, fuegos, luminarias y chirimías.
Los acuerdos fueron firmados en el palacio de la condesa en Madrid, en presencia de D. Luís Fernández Portocarrero, conde de Palma, marqués de Montesclaros y su mujer, María Leonor Moscoso.

Por otro lado, los alborotos que obligaron a la suspensión de la procesión llegaron ante el arzobispado de Toledo, quien determinó el orden que debía seguir y forma de realizarse la procesión al año siguiente de 1689.
La procesión saldrá de San Andrés con su cruz parroquial y sus ciriales. El presidente o cura y los diáconos, todos con sus mejores ornamentos, estandartes del Santo Rosario y los dos pendones; encarnado del Santísimo y blanco del Rosario, de la parroquia de San Andrés y demás. Se sacará el estandarte y pendón de Ntra. Sra. de la Salud que está en su ermita, que irá delante del de San Andrés. Cuatro clérigos con capas y ternos entraran en el convento a por la imagen de Ntra. Sra. de Gracia que saldrá en carroza, acompañada de tambores, clarines, chirimías y danzas y, a partir de 1689, no saldrá en ella cosa de la iglesia de Santa María, por decreto de los señores de la Gobernación del Cardenal de Toledo, debido al pleito que tuvo el convento de San Agustín sobre el lugar que debía llevar en dicha procesión la manga y cruz de Santa María y el guión de dicho convento. Alegando que solo debía preceder la cruz parroquial de San Andrés. Las normas se mandaron cumplir y se ejecutaron con quietud en esta forma.


En su día, los señores concurrentes hicieron la planta para la procesión y la plasmaron en un documento que permaneció guardado en el archivo del convento de San Agustín, al que ahora, y tras largos años perdido, ha podido acceder este autor.

El año de 1756, por haber declarado amenazas de ruinas la iglesia de Sta. María, se determinó que la función se hiciese en el convento de San Agustín para evitar competencias con San Andrés y que los parroquianos de Sta. María no tuvieran queja, circunstancias que dieron pié a otras historias.


F.-Jesús Arroyo López.