martes, 29 de septiembre de 2015

LA HISTORIA DE UN CASARRUBIERO DEL SIGLO XVI

Nada más descubrirse las Indias, muchos vieron en ellas una válvula de escape a la pobreza y, sobre todo, una forma de eludir sus problemas. Los casarrubieros no se iban a diferenciar del resto de españoles, y un centenar de ellos marcharon a aquellas tierras con diversos propósitos.

Juan Huete (o Guete), era uno de los sastres que ejercían su profesión en Casarrubios, vivía con su mujer, Ana Rodríguez, y sus tres hijos,  llamados Juan, nacido días antes del 5 de junio de 1552 en que fue bautizado en la iglesia de San Andrés; Pedro, nacido al año siguiente y, el tercero, llamado Simón, nacido en el mes de noviembre de 1555. El negocio de la sastrería no debían irle muy bien y debió sentirse acosado por algún problema, lo que le decidió a desaparecer, para lo que no vio mejor manera que poner tierra de por medio marchándose a las Indias, dejando aquí a su familia.

Los Reyes Católicos habían ordenado se relacionara a todas las personas que embarcaban para las indias con sus identidades, más exhaustivas a partir de 1501 en las que se exigía a todo pasajero acreditar su naturaleza y calidad social mediante una información de limpieza de sangre que, cincuenta años más tarde, debían realizarse en su lugar de origen. En este caso, Juan de Huete la debía hacer ante las autoridades de Casarrubios.
Estas identificaciones, aparte de demostrar que el emigrante no era de los prohibidos a pasar a las Indias, descendiente de judíos o musulmanes, ni condenados por la inquisición, no marchaba a las Indias para evadir pleitos pendientes o escapar de deudas con la Real Hacienda, también servía para saber quiénes cobrarían las herencias. Pero también los hubo que falsificaron su identidad, haciéndolo sin licencias ni papeles. 

El no aparecer en los registros de embarque de la Casa de Contratación de las Indias, ni en ningún otro, hace suponer que buscara una forma ilegal dentro del amplio espectro que posibilitaba el incumplimiento de la normativa para pasar a las Indias. Incluso, dejó aquí a su familia, cuando a los casados se les obligaba a llevar consigo a sus esposas. Por lo que se supone que Juan cambiara su identidad antes de embarcar.
Al llegar a las Indias, tratando de ocultar algún secreto, y protegido por la lejanía y la existencia de un océano de por medio, siguió con su nombre reinventado con un nuevo apellido que le proporcionaba una nueva identidad, con lo que en aquellas tierras pasó a llamarse Juan de Rojas. Esto mismo lo haría años después otro casarrubiero, Diego Hernández, quien acuciado por las deudas marchó, también, a las Indias, donde cambió el apellido Hernández, por el de Guzmán.

Juan de Rojas llegó a Nueva España y se estableció como calcetero en la ciudad de Los Ángeles de México. Pasaron los años y, su nueva identidad, aparte de borrar las huellas de un matrimonio anterior,  le protegía de la detención por permanecer en las Indias sin su mujer, Ana Rodríguez, que permanecía en Casarrubios, por lo que volvió a contraer un nuevo matrimonio en esta ciudad, rehaciendo una nueva vida en las Indias.

Sin embargo, no pudo eludir la presencia de algún pariente y conocidos que allí dieron con él, ya que fueron varios los casarrubieros que emigraron a Nueva España en aquellos años.
Al ser reconocido, mandaron noticias a estos reinos de haber encontrado a Juan, de su nueva identidad y situación. Noticias que llegaron a su hermano Isidro, residente en Santa Olalla, al cual sorprendieron por creerle muerto después de tanto tiempo sin tener noticias suyas, ni siquiera, una señal de encontrarse vivo. Inmediatamente le escribió una carta extrañándole del cambio de identidad adoptada, y le reprochaba el haber roto cualquier contacto con la familia, que le imposibilitaba el haberle informado sobre las circunstancias de la familia que había dejado en Casarrubios, así como haberse ido de España negando a los suyos. También le comunicaba el fallecimiento de su esposa, a lo que no recibió contestación.

Era el siglo XVI, y los familiares y demás gentes que allí que le conocían determinaron en denunciarle al Santo Oficio. La Inquisición dio con él y le detuvo, encausándole por un delito de bigamia en Nueva España que le llevó a sufrir un largo proceso que termino con la siguiente sentencia de los jueces del Santo Oficio:
Que el susodicho salga al auto público de la Fe, con vela, soga y coraza de casado dos veces, y abjure de levi y se le den doscientos azotes por las calles públicas de esta ciudad, en forma de justicia, y sea desterrado de las Indias de S. M. por tiempo y espacio de cuatro años precisos y pague doscientos pesos de oro común para gastos de este Santo Oficio.


Se desconoce si Juan volvió a estos reinos y, sobre todo, si volvió por Casarrubios.

F.-Jesús Arroyo López




jueves, 3 de septiembre de 2015

OCURRIÓ HACE 150 AÑOS



Hace 150 años un hecho sobresaltó a la población de Casarrubios del Monte, e hizo temer una desgracia parecida a la vivida años atrás. Era el 3 de septiembre de 1865.


Las gentes de Casarrubios aún guardaban en sus mentes el fatídico recuerdo de  cuarenta años atrás, cuando en 1825, un rayo alcanzó la torre de la iglesia de San Andrés. Mucho más moderna la torre que la iglesia, ese mismo año cumplía el primer centenario de su construcción y un rayo la había incendiado junto con gran parte de la cubierta del templo, mientras los vecinos la veían arder impotentes debido a su altura. 

En estos cuarenta años los oficios religiosos se habían trasladado a la parroquia de Santa María, esperando que un día pudieran volver a San Andrés, pero la maltrecha economía de aquellos años difíciles que traía el siglo XIX no permitía acometer grandes obras, por lo que las escasas reparaciones no lograban detener el avance de su destrucción.

Poco a poco, mientras los vecinos asistían atónitos a la desaparición del templo, aquella mañana del 3 de septiembre de 1865, volvió a presentárseles una situación idéntica. Ahora tocaba a la iglesia de Santa María. Esa madrugada, a las cinco de la mañana, cayó un rayo en la torre que, al igual a la de San Andrés, la incendió y destruyó las vidrieras de la iglesia.
Pero fue el párroco de entonces, don Eusebio del Pozo Torreño, quien nos cuenta de primera mano lo sucedido aquel día, diciendo que lo escribía para recuerdo futuro.

“El día 3 de setiembre de 1865 a las 5 y cuarto de la mañana se desprendió una exhalación sobre la torre de la iglesia Parroquial de Santa María la que destruyó la escalera de dicha torre y coro, arrancando puertas y tabiques, bajando hasta la iglesia de la que hizo estallar todas las vidrieras y, gracias sean dadas a Dios que, siendo día de domingo y teniendo que, por circunstancias especiales, celebrarse la primera misa en aquella hora en el convento de monjas, no hubo que lamentar desgracia alguna personal.
 Y para memoria de tal favor del Señor, lo consigno yo, el cura propio. Fecha at supra.
Eusebio del Pozo Torreño.”

Como recuerdo del pasado, y para enriquecer los conocimientos sobre la historia de Casarrubios del Monte, aquí os dejo lo que ocurrió en esta villa, hace hoy, exactamente, ciento cincuenta años.

 3 de septiembre de 2015.

F.-Jesús Arroyo López.