POR QUÉ QUEREMOS
CELEBRAR EL 550 ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN DE LA PRINCESA ISABEL
EN CASARRUBIOS DEL MONTE
EN CASARRUBIOS DEL MONTE
UN POQUITO DE HISTORIA
En un intento de
poner fin a las guerras banderizas que venía asolando Castilla, debido a las diferencias
mantenidas por las distintas facciones nobiliarias, los hermanos Enrique e
Isabel, cabezas de los bandos principales, y tras unas negociaciones llevadas a
cabo, separadamente, en Cebreros y Cadalso, se encontraron en la venta de Guisando
el 19 de septiembre de 1468. Encuentro que la historia ha venido a llamar el
pacto, concordia o tratado de Guisando. Allí, los hermanos, ávidos de paz en un
acto de conciliación e intentando olvidar las viejas rencillas, se abrazaron y
se reconocieron como Rey y Princesa, respectivamente. La infanta Isabel
reconoció a su hermanastro como único y verdadero rey por todos los días de su
vida, y el Rey tomaba a su hermanastra por princesa, heredera y legítima sucesora
en el trono de Castilla.
Tras este reconocimiento, Isabel quedó
incorporada a la Corte de su hermano al que acompañó desde ese momento,
pasando, seguidamente a Guisando. El 22 se encontraban en Cadalso, desde donde
emprendieron camino a Ocaña, lugar donde celebrarían Cortes, en las que la nobleza
juraría a la Princesa. La idea era de hacer noche en Casarrubios del Monte,
vieja villa conocida por Enrique IV, que ya visitara siendo príncipe, y que el
12 de marzo del año anterior entregó a su hermana con el compromiso de no
cederla y ser devuelta a él cuando contrajera matrimonio.
Los ilustres
personajes y la comitiva que traían, en la que se encontraba el Maestre de
Santiago, el obispo Antonio de Véneris, delegado enviado por S.S. el Papa Paulo
II, varios condes como el de Osorno, duque de Alburquerque, arzobispo de
Sevilla, etc, etc, todos con sus correspondientes secretarios, criados y demás
servidores, llegarían a Casarrubios el jueves 22 a la caída
de la tarde, como aseguran las crónicas diciendo que ese día, el real de don
Enrique ya se encontraba en nuestra villa.
Las jornadas pasadas
habían sido duras, especialmente para Enrique IV, que tuvo que afrontar
públicamente la deshonra de la ilegitimidad de su hija al reconocer a su
hermana Isabel como heredera y sucesora.
Al llegar a
Casarrubios del Monte, los dos hermanos se liberaron de las tensiones y
hallaron la paz anhelada durante mucho tiempo, y decidieron prolongar su
estancia posponiendo unos días la marcha. La princesa Isabel sería quien más a gusto
y segura se encontrara, sobre todo, por estar en su villa y tener a su lado a
don Gonzalo Chacón, al que dos meses antes le había nombrado su mayordomo
mayor, por lo que, si en un principio, Casarrubios del Monte iba a ser solo una
escala en su viaje, se convirtió en residencia de una larga estancia en la que,
probablemente, pasaron juntos los únicos días felices de su vida.
El afán del Rey por
solucionar, cuanto antes, los conflictos y reintegrar a su obediencia a los
nobles que habían tomado partido por la Princesa, que de alguna forma obligaron
a la reconciliación y proclamación de su hermanastra, le seguía preocupando, y viendo
que la estancia se prolongaría, decidió no llegar a Ocaña para cerrar en
Casarrubios los acuerdos iniciados en Guisando, mandando a sus secretarios y
escribanos confeccionaran las cartas que enviaría a la nobleza, villas y
ciudades, dando cuenta de los acuerdos alcanzados.
La primera carta enviada
por Enrique IV desde Casarrubios del Monte,
fue al día siguiente de llegar, viernes día 23. Se trataba de un llamamiento a
los Grandes que no se habían restituido aún a su obediencia, para que en el
plazo de treinta días le prestaran obediencia y le devolvieran las ciudades,
villas y fortalezas de la corona que tenían ocupadas, puesto que su hermano don
Alfonso había fallecido y él había hecho jurar como princesa heredera a su
hermana Isabel. La cédula estaba Dada en
la villa de Casrruvyos a veynte e tres dyas del mes de setiembre, año del
nasçimyento de ntro. Señor Jhesu Christo de myll e quatroçientos e sesenta e
ocho años.
YO EL REY
El
día 24, Enrique IV firmó un auto para hacer efectivo lo determinado en Guisando,
comunicando a villas y ciudades la proclamación de su hermana como Princesa e mi primera e sucesora destos
dichos mis reinos e señoríos, e por tal la juré, e nombré, e intitulé, e mandé…
En
la misma hace un llamamiento a la nobleza para que acaten y juren a
la dicha Princesa, mi hermana, por Princesa e mi primera heredera sucesora en
estos dichos mis reinos e señoríos y pone unos plazos para ello. Y, vos mando que acatada la lealtad e fieldad que me debedes como a vuestro Rey e
Señor natural, luego vos reduzgais a mi obediencia e serviocio e me
reconozcades e juredes por vuestro Rey y Señor natural.
La
carta era acabada con un llamamiento de la Princesa:
E yo la dicha
Princesa doña Isabel, primera heredera e sucesora en estos dichos reinos e
señoríos de Castilla para después de los días del muy alto e muy poderoso Rey,
mi señor e hermano, vos ruego e mando que por servicio del dicho señor Rey e
mio, vosotros fagades e cumplades e pongades luego en obra todo lo que su
Alteza por esta carta vos envía mandar.
Documento en el que por primera vez la Princesa estampó
su firma como tal, y lo hizo en la villa de Casarrubios del Monte aquel 24 de
septiembre de 1468.
Al día siguiente, 25 de septiembre de 1468,
el Rey vuelve a enviar nuevas cartas anunciando a los grandes, concejos,
alcaldes y otras autoridades el haber celebrado el pacto de la venta de los
Toros de Guisando.
Era
de obligado cumplimiento que las cartas reales fueran pregonadas allí donde se
firmaban y encontrara la Corte. …mandé
dar esta mi carta firmada de mi nombre e sellada con mi sello, la cual mando a
los mis alcaldes de la mi casa e corte que lo fagan publicar e pregonar en la
dicha mi corte, e así publicada la
pongan afija en la picota de la plaza pública de esta villa.
Los
días que las casas reales, tanto del Rey como de la Princesa, permanecieron en
Casarrubios del Monte, nuestra villa, según costumbre, fue declarada sede de la
corte y, al ser de obligado cumplimiento que las cartas públicas fueran
pregonas allí donde la corte residiera, aquí fueron publicadas, pregonadas y
fijadas en la picota de la plaza pública de Casarrubios del Monte, haciendo a
las gentes de nuestra villa ser las primeras en conocer la proclamación.
Alonso
Gonsales de la Serrana, oidor del rey, y el alcalde de su corte, y Antón de
Ajofrín, mandaron, con la debida solemnidad, pregonar públicamente esta carta
tres veces “de verbo ad verbum con
trompetas en la dicha villa e términos”. Lo cual pregonó Toledo, rey de
armas de dicho señor Rey, tres veces. Una, en la puerta del palacio del Rey,
otra, en la puerta del palacio de la Princesa y, la tercera, en la plaza
pública de Casarrubios, “estando cada ves
ayuntada muy grand número de gente a altas e inteligibles boses”, siendo
testigos de ello Fernando de Arse,
secretario del Maestre de Santiago; Andrés de la Plazuela, secretario de la
señora Princesa; Pedrosa, criado del señor Arzobispo de Sevilla; Ochoa de Ocón,
criado del Duque de Alburquerque; los secretarios reales de la Princesa, el del
arzobispo de Sevilla y demás sirvientes de las distintas personalidades que
aquí se encontraban.
Esta carta y pregón
fue la forma real y efectiva, en la que se proclamó a la infanta Isabel Princesa
y heredera al trono de Castilla en Casarrubios del Monte.
De ese modo, aquel 24
y 25 de septiembre de 1468 se acababa de poner en Casarrubios del Monte los
cimientos para que doña Isabel se convirtiera en reina, y donde Enrique IV
pronunciara la famosa frase:
“en manera que estos dichos mis reinos no queden sin
haber en ellos legítimos sucesores de nuestro linaje”
Ese mismo día, el Rey firmó otros
documentos iguales a los del día anterior, como una carta dirigida a la ciudad
de Alcaraz, abalada por los sellos y firmas del Rey y Princesa, y otra para la
entrega de Baeza, tras lo cual, Enrique IV partió para ejercitar sus aficiones
cinegéticas a los montes de El Pardo y Rascaría, quedándose la princesa a su
espera en Casarrubios.
Así comenzaba a
cumplirse las condiciones pactadas, las cuales no pasaban de ser un compromiso
vacío mientras no se convirtieran en documentos públicos, por lo que Isabel
aprovechó su estancia en Casarrubios para ultimar los trámites burocráticos de
su proclamación y envió al bachiller Fernando Sánchez Calderón y a Rodrigo de
Baeza, jurista de su entorno, con los documentos a Valladolid, con el fin de
levantar testimonio ante notario apostólico. También aprovechó para hacer
efectiva la entrega de la villa de Casarrubios del Monte a Gonzalo Chacón, para
cuya entrega necesitó la renuncia expresa a la misma para que fuera su hermano,
el Rey, quien se la entregase.
La reina doña
Juana, indignada por el juramento hecho a Isabel en perjuicio de su hija Juana,
“la Beltraneja”, envió desde Buitrago a Luis Hurtado de Mendoza con plenos
poderes a Casarrubios, donde llegó el 28 de septiembre interpuso recurso ante el
legado del Papa Paulo II, el obispo Antonio de Véneris, quien se encontraba en
esta villa, protestando contra de todo lo hecho en la Venta de Guisando.
El rey volvió de
sus cacerías a finales de octubre. El día 30 de ese mes está fechado en
Casarrubios la concesión a Diego López de Haro de unas minas de alumbre en
Alcaraz. Según el historiador Manuel de Foronda, el 2 de octubre la Princesa firmó
en esta villa un nuevo documento dirigido a personajes, ciudades, villas y
lugares de los reinos mandando observar y cumplir lo acordado por su padre,
Juan II en 1453, y ratificado por don Enrique en 1458, lo que indica que, al
menos, hasta ese día no partirían de nuestra villa camino de Ocaña.
F.- Jesús Arroyo
López.
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