Nada
más descubrirse las Indias, muchos vieron en ellas una válvula de escape a la
pobreza y, sobre todo, una forma de eludir sus problemas. Los casarrubieros no
se iban a diferenciar del resto de españoles, y un centenar de ellos marcharon
a aquellas tierras con diversos propósitos.
Juan
Huete (o Guete), era uno de los sastres que ejercían su profesión en
Casarrubios, vivía con su mujer, Ana Rodríguez, y sus tres hijos, llamados Juan, nacido días antes del 5 de junio
de 1552 en que fue bautizado en la iglesia de San Andrés; Pedro, nacido al año
siguiente y, el tercero, llamado Simón, nacido en el mes de noviembre de 1555.
El negocio de la sastrería no debían irle
muy bien y debió sentirse acosado por algún problema, lo que le decidió a
desaparecer, para lo que no vio mejor manera que poner tierra de por medio marchándose
a las Indias, dejando aquí a su familia.
Los
Reyes Católicos habían ordenado se relacionara a todas las personas que
embarcaban para las indias con sus identidades, más exhaustivas a partir de
1501 en las que se exigía a todo pasajero acreditar su naturaleza y calidad
social mediante una información de limpieza de sangre que, cincuenta años más
tarde, debían realizarse en su lugar de origen. En este caso, Juan de Huete la
debía hacer ante las autoridades de Casarrubios.
Estas
identificaciones, aparte de demostrar que el emigrante no era de los prohibidos
a pasar a las Indias, descendiente de judíos o musulmanes, ni condenados por la
inquisición, no marchaba a las Indias para evadir pleitos pendientes o escapar
de deudas con la Real Hacienda, también servía para saber quiénes cobrarían las
herencias. Pero también los hubo que falsificaron su identidad, haciéndolo sin
licencias ni papeles.
El
no aparecer en los registros de embarque de la Casa de Contratación de las
Indias, ni en ningún otro, hace suponer que buscara una forma ilegal dentro del
amplio espectro que posibilitaba el incumplimiento de la normativa para pasar a
las Indias. Incluso, dejó aquí a su familia, cuando a los casados se les
obligaba a llevar consigo a sus esposas. Por lo que se supone que Juan cambiara
su identidad antes de embarcar.
Al
llegar a las Indias, tratando de ocultar algún secreto, y protegido por la
lejanía y la existencia de un océano de por medio, siguió con su nombre reinventado
con un nuevo apellido que le proporcionaba una nueva identidad, con lo que en
aquellas tierras pasó a llamarse Juan de Rojas. Esto mismo lo haría años después
otro casarrubiero, Diego Hernández, quien acuciado por las deudas marchó,
también, a las Indias, donde cambió el apellido Hernández, por el de Guzmán.
Juan
de Rojas llegó a Nueva España y se estableció como calcetero en la ciudad de
Los Ángeles de México. Pasaron los años y, su nueva identidad, aparte de borrar
las huellas de un matrimonio anterior, le protegía de la detención por permanecer en
las Indias sin su mujer, Ana Rodríguez, que permanecía en Casarrubios, por lo
que volvió a contraer un nuevo matrimonio en esta ciudad, rehaciendo una nueva
vida en las Indias.
Sin
embargo, no pudo eludir la presencia de algún pariente y conocidos que allí
dieron con él, ya que fueron varios los casarrubieros que emigraron a Nueva
España en aquellos años.
Al
ser reconocido, mandaron noticias a estos reinos de haber encontrado a Juan, de
su nueva identidad y situación. Noticias que llegaron a su hermano Isidro,
residente en Santa Olalla, al cual sorprendieron por creerle muerto después de
tanto tiempo sin tener noticias suyas, ni siquiera, una señal de encontrarse
vivo. Inmediatamente le escribió una carta extrañándole del cambio de identidad
adoptada, y le reprochaba el haber roto cualquier contacto con la familia, que
le imposibilitaba el haberle informado sobre las circunstancias de la familia que
había dejado en Casarrubios, así como haberse ido de España negando a los suyos.
También le comunicaba el fallecimiento de su esposa, a lo que no recibió contestación.
Era
el siglo XVI, y los familiares y demás gentes que allí que le conocían determinaron
en denunciarle al Santo Oficio. La Inquisición dio con él y le detuvo, encausándole
por un delito de bigamia en Nueva España que le llevó a sufrir un largo proceso
que termino con la siguiente sentencia de los jueces del Santo Oficio:
Que
el susodicho salga al auto público de la Fe, con vela, soga y coraza de casado
dos veces, y abjure de levi y se le den doscientos azotes por las calles
públicas de esta ciudad, en forma de justicia, y sea desterrado de las Indias
de S. M. por tiempo y espacio de cuatro años precisos y pague doscientos pesos
de oro común para gastos de este Santo Oficio.
Se desconoce si Juan volvió a estos reinos y, sobre
todo, si volvió por Casarrubios.
F.-Jesús Arroyo López
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