A mitad del siglo XVII quedó reflejado en los anales de la villa un hecho intrascendente que pudiera pasar desapercibido, pero que ahora consideraríamos un accidente absurdo.
Dice mucho sobre nuestra historia y nos da una idea de cómo eran las cosas hace, casi, cuatrocientos años.
Habitaba en Casarrubios del Monte el licenciado Pedro de Castro, cura propio de esta villa y sus anejos, con el que vivía su hermano Diego. La mañana del doce de mayo de 1659, Diego salió de su casa para ir a El Álamo, lugar de esta jurisdicción de Casarrubios. Ese día por la tarde cayó una gran tormenta que hizo bajar muy crecido el arroyo que se encontraba a poco más de la mitad del camino. Serían las cinco de la tarde cuando Diego de Castro regresaba de El Álamo, encontrándose con la gran tromba de agua que dificultaba su paso, por lo que pereció en su intento de vadear el arroyo. Pasado una hora, más o menos, del suceso, fue traído a su casa, siendo enterrado al día siguiente en la nave de Nuestra Señora de la Concepción de la parroquia de Santa María.
F.-Jesús Arroyo López.
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