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viernes, 28 de marzo de 2014
viernes, 7 de marzo de 2014
CONOZCAMOS ESTA GRAN PINTURA
MARTIRIO DE SAN ANDRÉS
Óleo sobre lienzo de Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia
Óleo sobre lienzo de Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia
Muchos habremos pasado por delante del este cuadro admirando a los personajes que, a tamaño casi real, acuden expectantes a la crucifixión del Apóstol, pero no sabemos más de él. Ahora, con la ayuda de expertos y biógrafos, vamos a intentar explicar en profundidad para conocer algo más a cerca de esta magnífica obra, que es una más de las joyas pictóricas con las que cuenta la parroquia de Santa María de Casarrubios del Monte.
Se trata de una gran pintura de la escuela madrileña que por su calidad y tamaño, casi descomunal, 8,60 x 4,45 m. la hacen singular.
De claras influencias del cuadro de Rubens que decoraba el altar mayor de la capilla del Hospital de los Flamencos en Madrid, por entonces, uno de los cuadros más célebres de la capital y fuente de inspiración para los pintores de la época, si bien, la mayor inspiración la tomó de otro cuadro de Francisco Rizi (1614-1685), fue pintada por Ignacio Ruiz de la Iglesia en 1696.
El cuadro representa el martirio de San Andrés, en el momento que los soldados y sayones están clavando la cruz al suelo y atan los pies y las manos del Santo al madero para alargar su agonía y sufrimiento.La luz incide en los personajes del ángulo inferior izquierdo, dispuestos de forma escalonada, entre los que destaca Maximila, esposa de Egeas, quien suplica a su marido, procónsul romano a caballo, perdone al apóstol, que la había convertido al cristianismo. Delante del caballo destaca la figura a contraluz del joven soldado a pie, que con lanza y escudo dirige su rostro conmovido hacia Egeas. A este le siguen sus soldados a caballo con lanzas y estandartes ondeando al viento, entre los que no falta el lábaro o insignia romana y la banderola, en formación circular que se oculta por la pendiente del terreno dejando apenas entrever las siluetas de las lanzas, para aparecer de nuevo entre las aspas de la cruz, casi disueltos en la atmosfera luminosa del fondo rodeando la escena. En la visión celestial Jesucristo dirige el rayo divino sobre el rostro del mártir, y dos ángeles mancebos prestos a entregar a San Andrés la corona de flores y la palma del martirio, sobre un fondo de nubes y claros. No falta, como en otras composiciones del Ruiz de la Iglesia, un trozo de muralla, al fondo a la izquierda, que delimita la composición por ese lado y marca la pendiente del terreno. Al fondo, la cruz, que en un montículo, permite despegarse de la zona de la tierra, alzándose como un gigante por encima de los personajes que asisten al martirio. Blancos, azules y rosados muy delicados contrastan con verdes y rojos intensos, que producen una sensación de pintura al fresco
En otros tiempos, el cuadro ocupó el retablo de la desaparecida iglesia dedicada al santo mártir y patrón de Casarrubios del Monte. Incendia la parroquia de San Andrés en 1822, los objetos religiosos pasaron a la de Santa María, y con ellos este lienzo que fue colocado en el testero del crucero derecho, donde el paso del tiempo le fue deteriorando hasta ser descolgado para la restauración que sufrió la iglesia en 1954, perdiendo los restos de marco dorado que le rodeaba como parte del antiguo retablo, y pasó a ser guardado en un cajón de la sacristía, donde este autor lo conoció en los pasados años 60. Su lamentable estado de conservación aumentó con un agujero de unos 80 cm. en la parte superior derecha, que fue reforzado con otro lienzo del siglo XVII con escenas de la vida de San Agustín que, para nada, tenía que ver con el propio cuadro. Desconociendo en qué momento se llevó a cabo semejante barbarie.
La pintura fue restaurada en 1996 por Antonio Sánchez-Barriga y, ahora, el lienzo puede volverse a admirar en toda su brillantez sobre un bastidor y sin moldura, en el mismo sitio que ocupara antaño, en la parroquia de Santa María.
El cuadro fue encargado por la parroquia de San Andrés al pintor Sebastián Muñoz (h. 1650-1690), que lo dejo inacabado al morir accidentalmente por la caída de un andamio mientras pintaba en la madrileña iglesia de Nuestra Señora de Atocha, dejando la traza y el cuadro imprimado con la composición dibujada. Dicha obra pasó a su amigo Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia (1649-1703), quien la retomó y realizó para ella unos estudios preparatorios que pueden localizarse en la Casa de la Moneda de Madrid. Aunque la mayor inspiración, como ya se ha dicho, la tomó de otro cuadro de Rizi. Ruiz de la Iglesia la adaptó a su propio estilo con gran talento, hasta el punto de llegar a crear una de sus mejores obras, firmada en 1696.
Veinticinco años antes de encargar el cuadro de altar a Sebastián Muñoz, la iglesia ya había encargado la renovación de su altar mayor al ensamblador madrileño Pedro de la Torre (1596-1677). Un año antes de morir, el arquitecto-ensamblador afirmaba en su testamento que tenía pendiente de hacer el retablo mayor de la iglesia parroquial de Casarrubios con su custodia, que se le habría encargado, para el que había formado compañía con su sobrino Francisco de la Torre, y que probablemente nunca llegaron a realizar. Francisco Rizi fue uno de los más estrechos colaboradores en los proyectos del ensamblador, por lo que hace albergar la hipótesis que fuera a Rizi y a de la Torre a quienes primeramente se le hiciera encargo del cuadro, y que a su muerte, pasó a Sebastián Muñoz que, debido a su muerte fortuita, pasara a Ignacio Ruiz de la Iglesia quien finalmente, acabara pintando el cuadro.
Cabe la paradoja que a Sebastián Muñoz se le considera natural de Navalcarnero, sin documentación alguna que lo certifique ni conste en aquella localidad la partida de bautismo, en cambio, es muy probable que se trate del mismo Sebastián Muñoz que en enero de 1670 entró como aprendiz por un periodo de cuatro años en el taller del pintor toledano Hipólito Torres. En la escritura de aprendizaje, con las cláusulas habituales, su padre declaraba que el muchacho era de edad de doce años y natural de Casarrubios del Monte, localidad muy próxima a Navalcarnero y para la que Sebastián Muñoz, en el momento de su fallecimiento, estaba pintando el cuadro del Martirio de San Andrés. Cuentan que Sebastián Muñoz era muy aficionado al baile y el accidente le sobrevino al estar marcándose unos pasos en el andamio mientras pintaba.
Se trata de una gran pintura de la escuela madrileña que por su calidad y tamaño, casi descomunal, 8,60 x 4,45 m. la hacen singular.
De claras influencias del cuadro de Rubens que decoraba el altar mayor de la capilla del Hospital de los Flamencos en Madrid, por entonces, uno de los cuadros más célebres de la capital y fuente de inspiración para los pintores de la época, si bien, la mayor inspiración la tomó de otro cuadro de Francisco Rizi (1614-1685), fue pintada por Ignacio Ruiz de la Iglesia en 1696.
El cuadro representa el martirio de San Andrés, en el momento que los soldados y sayones están clavando la cruz al suelo y atan los pies y las manos del Santo al madero para alargar su agonía y sufrimiento.La luz incide en los personajes del ángulo inferior izquierdo, dispuestos de forma escalonada, entre los que destaca Maximila, esposa de Egeas, quien suplica a su marido, procónsul romano a caballo, perdone al apóstol, que la había convertido al cristianismo. Delante del caballo destaca la figura a contraluz del joven soldado a pie, que con lanza y escudo dirige su rostro conmovido hacia Egeas. A este le siguen sus soldados a caballo con lanzas y estandartes ondeando al viento, entre los que no falta el lábaro o insignia romana y la banderola, en formación circular que se oculta por la pendiente del terreno dejando apenas entrever las siluetas de las lanzas, para aparecer de nuevo entre las aspas de la cruz, casi disueltos en la atmosfera luminosa del fondo rodeando la escena. En la visión celestial Jesucristo dirige el rayo divino sobre el rostro del mártir, y dos ángeles mancebos prestos a entregar a San Andrés la corona de flores y la palma del martirio, sobre un fondo de nubes y claros. No falta, como en otras composiciones del Ruiz de la Iglesia, un trozo de muralla, al fondo a la izquierda, que delimita la composición por ese lado y marca la pendiente del terreno. Al fondo, la cruz, que en un montículo, permite despegarse de la zona de la tierra, alzándose como un gigante por encima de los personajes que asisten al martirio. Blancos, azules y rosados muy delicados contrastan con verdes y rojos intensos, que producen una sensación de pintura al fresco
En otros tiempos, el cuadro ocupó el retablo de la desaparecida iglesia dedicada al santo mártir y patrón de Casarrubios del Monte. Incendia la parroquia de San Andrés en 1822, los objetos religiosos pasaron a la de Santa María, y con ellos este lienzo que fue colocado en el testero del crucero derecho, donde el paso del tiempo le fue deteriorando hasta ser descolgado para la restauración que sufrió la iglesia en 1954, perdiendo los restos de marco dorado que le rodeaba como parte del antiguo retablo, y pasó a ser guardado en un cajón de la sacristía, donde este autor lo conoció en los pasados años 60. Su lamentable estado de conservación aumentó con un agujero de unos 80 cm. en la parte superior derecha, que fue reforzado con otro lienzo del siglo XVII con escenas de la vida de San Agustín que, para nada, tenía que ver con el propio cuadro. Desconociendo en qué momento se llevó a cabo semejante barbarie.
La pintura fue restaurada en 1996 por Antonio Sánchez-Barriga y, ahora, el lienzo puede volverse a admirar en toda su brillantez sobre un bastidor y sin moldura, en el mismo sitio que ocupara antaño, en la parroquia de Santa María.
El cuadro fue encargado por la parroquia de San Andrés al pintor Sebastián Muñoz (h. 1650-1690), que lo dejo inacabado al morir accidentalmente por la caída de un andamio mientras pintaba en la madrileña iglesia de Nuestra Señora de Atocha, dejando la traza y el cuadro imprimado con la composición dibujada. Dicha obra pasó a su amigo Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia (1649-1703), quien la retomó y realizó para ella unos estudios preparatorios que pueden localizarse en la Casa de la Moneda de Madrid. Aunque la mayor inspiración, como ya se ha dicho, la tomó de otro cuadro de Rizi. Ruiz de la Iglesia la adaptó a su propio estilo con gran talento, hasta el punto de llegar a crear una de sus mejores obras, firmada en 1696.
Veinticinco años antes de encargar el cuadro de altar a Sebastián Muñoz, la iglesia ya había encargado la renovación de su altar mayor al ensamblador madrileño Pedro de la Torre (1596-1677). Un año antes de morir, el arquitecto-ensamblador afirmaba en su testamento que tenía pendiente de hacer el retablo mayor de la iglesia parroquial de Casarrubios con su custodia, que se le habría encargado, para el que había formado compañía con su sobrino Francisco de la Torre, y que probablemente nunca llegaron a realizar. Francisco Rizi fue uno de los más estrechos colaboradores en los proyectos del ensamblador, por lo que hace albergar la hipótesis que fuera a Rizi y a de la Torre a quienes primeramente se le hiciera encargo del cuadro, y que a su muerte, pasó a Sebastián Muñoz que, debido a su muerte fortuita, pasara a Ignacio Ruiz de la Iglesia quien finalmente, acabara pintando el cuadro.
Cabe la paradoja que a Sebastián Muñoz se le considera natural de Navalcarnero, sin documentación alguna que lo certifique ni conste en aquella localidad la partida de bautismo, en cambio, es muy probable que se trate del mismo Sebastián Muñoz que en enero de 1670 entró como aprendiz por un periodo de cuatro años en el taller del pintor toledano Hipólito Torres. En la escritura de aprendizaje, con las cláusulas habituales, su padre declaraba que el muchacho era de edad de doce años y natural de Casarrubios del Monte, localidad muy próxima a Navalcarnero y para la que Sebastián Muñoz, en el momento de su fallecimiento, estaba pintando el cuadro del Martirio de San Andrés. Cuentan que Sebastián Muñoz era muy aficionado al baile y el accidente le sobrevino al estar marcándose unos pasos en el andamio mientras pintaba.
F.-Jesús Arroyo López.
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