A partir de mediados del siglo XVII, con el enlace del V conde de Casarrubios, don Juan de Chavez Chacón, con doña Ana Mª de Zúñiga Avellaneda, condesa de Miranda (1669), la villa de Casarrubios del Monte inició una dejación sin límites de lo propio en favor de lo ajeno, acompañada de la pérdida de su patrimonio histórico-artístico y cultural. Señas identificativas con las que orgullosamente había vivido. Pérdidas que, si bien fueron propiciadas por los propios condes, las siguieron de forma decisiva munícipes, clérigos y vecinos.
El título del condado de Casarrubios, que prestigiosamente había llevado en los últimos años don Francisco Zapata y Suárez de Mendoza, IV conde consorte y segundo esposo de Dª. Isabel Chacón, comenzó a perder prestigio frente al de Miranda, con el que comenzó a denominarse su hijastro, don Juan de Chavez, tras su matrimonio.
La salida de don Juan de Chavez de Casarrubios marcó un antes y un después en la historia de la villa y su condado. La casa palacio comenzó a denominarse de los condes de Miranda en lugar de los de Casarrubios como habitualmente era conocida. La residencia oficial del condado, en su pueblo cabecera, quedó abandonada en manos de administradores que llevaron el bello palacio cantado por Quevedo, al siglo XX convertido en una completa ruina. Por lo tanto, título y palacio comenzaron a difuminarse de la memoria y paisaje de Casarrubios del Monte.
Tristemente, el condado de Casarrubios fue diluyéndose de la memoria de sus gentes y del resto de Castilla, perdido entre otros títulos nobiliarios. Ya no era tan mencionado como su vecino y hermano de la Puebla de Montalbán. Ambos señoríos regidos en otros tiempos por los hermanos Chacón. Gonzalo en nuestro caso y Leonor en el pueblano. Y para qué decir de haber sido Casarrubios del Monte cabecera del sexmo homónimo segoviano. Sí, fue por poco tiempo, pero el suficiente para dar nombre a un sexmo que, aunque sea como hecho histórico o cultural, aún existe. Una cosa trajo la otra, siendo pareja la pérdida de la memoria del condado con la categoría de la villa.
El declive de la historia de Casarrubios de la memoria, que no su extinción, comenzó a finales del siglo XVII y continuó hasta finalizar el siglo XX. Acentuándose la pérdida de su identidad con el desdibujamiento de la villa a medida que desaparecían edificios emblemáticos que había formado parte del conjunto histórico-urbanístico, que impedían su vuelta atrás. A la casa-palacio de los señores y condes de Casarrubios seguirían otras casas solariegas con sus escudos de armas correspondientes como las casas de los Bustamante y Espinosa Rivadeneira en la calle de La Villa, la de los Cárdenas en la del Hospital, y tantas otras. La desaparición del convento de San Agustín tras la desamortización de la “incultura” y de la parroquia de San Andrés, fueron claves para la villa. Bien es verdad que la difícil economía y el momento político en esos tiempos para Casarrubios, no auguraban buenas relaciones con el clero para emprender obras que impidieran su desaparición.
El rico patrimonio artístico-cultural concentrado en la parroquia de Santa María tras la desaparición de la de San Andrés, enormemente mermado, aún dejaba ver algunas piezas en los cercanos años sesenta, pero algún cura advenedizo ha hecho desaparecer olvidando que pertenecían al pueblo más que a la Iglesia y, sobre todo, de ningún modo patrimonio particular del oportunista párroco de turno. Aún queda en el recuerdo, cuando hace apenas cuarenta años, el sinfín de ropajes y objetos sagrados, conjuntos de casullas y ternos de diversos colores, fueron fotografiados para confeccionar un inventario que, paradójicamente, también ha desaparecido. ¿Dónde está toda esta riqueza cultural cuando aún no han pasado el medio siglo? Solamente una vez el pueblo se ha unido frente al expolio. Fue, cuando las campanas llamando a arrebato, congregaron a gran parte del pueblo frente a un posible saqueo de cuadros de la iglesia por otro eclesiástico que tuvo que salir por pies para no verse linchado por los propios vecinos.
El desinterés que siempre ha existido por los monumentos y restos arquitectónicos del pasado han llevado a una bárbara y salvaje modificación de sus casas solariegas, mutilando con puertas y ventanas edificios que debían protegerse al igual que hacen otros pueblos. Escudos nobiliarios que hablaban de la historia y de las gentes que en otros tiempos habitaron la villa, sacrificados en beneficio de algún farol o balconada en el mejor de los casos. Otros han servido de cimentación a nuevas construcciones. El ejemplo lo tenemos en la indiferencia con la que se restauró la Picota a principios del siglo XX. Dejadez y liberalismo con el que se ha replicado recientemente.
El poco aprecio por lo que aún puede recuperarse se demuestra claramente en las lápidas sepulcrales del siglo XVII que continúan deteriorándose a la entrada del cementerio y que pronto acompañarán a las desparecidas colocadas en las cunetas de la carretera a su paso por la población.
Otro símbolo de la villa es el antiguo hospital del Corpus Christi, obra del siglo XVII y alguna otra casa más que, aún en pié, se resisten por legar a los casarrubieros el recuerdo de brillantez de tiempos pretéritos. Con su desaparición contribuirían, aún más, al olvido del pasado glorioso de Casarrubios del Monte.
Las distintas corporaciones municipales han venido contribuyendo de manera decisiva a la pérdida del patrimonio histórico a lo largo de los siglos. Con su desconocimiento han colaborado al olvido de su historia. Ejemplo de ello fue dar a una calle el nombre de Duquesa de Alba, título que para nada tiene que ver con la Villa, en detrimento de Condesa de Casarrubios, que hubiera sido lo propio. Se desconoce las razones de tal decisión, si fueron debidas a una confusión o desinformación, cosa que dice mucho de su cultura y responsabiliza a todo un pueblo de su desacertada decisión, alcanzando a los que consienten tal barrabasada y no la remedian.
Para conservar nuestras raíces sería necesario comenzar por salvaguardar aquellos vestigios que sobreviven del pasado. Sea, como se ha dicho, cualquier resto arqueológico, artístico o documental. Entre los últimos se encuentran los que hablan de las armas que en un tiempo poseyó la villa de Casarrubios del Monte, base y fundamento de nuestro pasado.
Las primeras noticias sobre las armas que tuvo la villa de Casarrubios del Monte llegan de boca de los propios vecinos al dar respuesta en 1578 al interrogatorio realizado por el licenciado Bustos Villegas a iniciativa de Felipe II. A la sexta pregunta sobre el escudo de armas que el dicho pueblo tuviese, dicen:
“Tiene por armas unas encinas, el origen no se sabe más de pensar que por las muchas encinas que en otro tiempo hubo”.
A través de los siglos las armas fueron modificándose, llegando así al escudo más representativo que la villa ha tenido. Según dicen Ruz Márquez y Ventura Leblic, en la Heráldica Municipal de la Provincia de Toledo, “Consta de una corona ducal, dos castillos y encinas”,
Gráficamente, el primer escudo que ha llegado a nosotros es el utilizado por el Ayuntamiento en 1876. Se trata de dos castillos puestos en faja acompañados en jefe de una corona indeterminada que puede ser marquesal o ducal, de la que Ruz Márquez y Leblic dice no representa a los Chacón por ser la del ducado de Alba, y en punta una encina. Así aparece en documentos y libros de la época, como el de Ponencias, Comunicaciones y Conclusiones del I Congreso Italo-español de Historia municipal y de la V asamblea de la Asociación de Hidalgos. Celebrado en Roma del 5 al 10 de octubre de 1958, en el que trataron sobre los antecedentes referentes a los sellos municipales de Castilla la Nueva conservados en la sección de sigilografía del Archivo Histórico Nacional de Madrid. Relacionando los pueblos que componen estas provincias dicen; relativamente son muy pocos los que gozaban de escudo privativo en el último cuarto de siglo pasado, pero allí estaba el nuestro, y así fue representado en la página 112 de dicho libro.
El escudo fue usado por la alcaldía y llevaba en su bordadura la leyenda ALCALDIA CONSTL. DE CASARRUBIOS DEL MONTE y, dichas armas, representaron a nuestra villa y ningún otro diseño podría hacerlo mejor, sobre todo, atendiendo a las raíces históricas.
En 1997 la corporación municipal, atendiendo la regulación de la restauración, creación o confirmación de las armas municipales, decidió cambiar las armas que venían identificando la villa desde 1906, alegando que dichas armas no se correspondían con la heráldica municipal existente ni representaban debidamente a nuestra villa. Evidentemente, era así, pues el escudo presumía más de diseño que de representatividad, por lo que decidieron encargar a una empresa en heráldica el diseño de sus armas. La empresa debió investigar poco la historia de la villa y propuso unas armas que, igualmente a las anteriores, nada tenían que ver con Casarrubios del Monte, a decir de las que en otros tiempos tuvo.
El escudo propuesto podría tener una armería variopinta, fácilmente justificable a sus diseñadores, y presentaron un escudo con una armería que, sin mayores consultas ni complicaciones, acepto la corporación municipal, ignorando el grave error que cometían al despreciar la singularidad de la villa, poseedora de armas propias desde hacía siglos a diferencia de la mayoría de los pueblos carentes de ellas. Su decisión no les hizo pensar que serían censurados por la alteración o aberración histórica que dejaban para el futuro.
A decir de sus diseñadores, las armas adoptadas constituyen una armería óptima, en estrecha relación con la vieja armería. Así ofrecieron un escudo partido.
PRIMERO: En campo de azur un monte de oro, superado de una casa fuerte de lo mismo, acompañados en jefe y en punta, por un creciente ranversado de plata.
SEGUNDO: De azur con una flor de lis de oro. Timbrado con la corona real de España cerrada.
CASA-RUBIOS es representado con una casa de oro o casa fuerte que representa la “Casa Fuerte” de Dª. Inés de Ayala, situada en el patio del palacio. Igualmente, DEL MONTE es representado por un monte de altura. Todo ello adornado con los DOS CRECIENES RAMBERSADOS que situados en jefe, simbolizan el triunfo de los casarrubieros en la batalla de las Navas de Tolosa.
Adoptando la flor de lis que la casa Chacón llevaba en el primer cuartel de sus armas para el segundo cuartel.
Dicho escudo presenta las siguientes contradicciones:
• CASTILLO, dicen representar a Casarrubios con una casa rubia o de oro. Argumentan ser la casa de doña Inés, por decir algo, pero pudiera ser de doña Clara, Francisca, Isabel, etc. A todas, y a más, perteneció el torreón. Argumento simple, pues representar a Casarrubios con un solo castillo es perder algo muy nuestro.
• MONTE, simbolizado por un monte de altura que para nada tiene que ver con nuestra toponimia de monte de espesura. Evidentemente, los diseñadores no se dieron una vuelta por los alrededores. Tampoco sabían que a este pueblo lo de “monte” le viene por la espesura que en otros tiempos hubo en sus inmediaciones. Error total e inasumible.
• CRECIENTES RANVERSADOS, dicen, que simbolizan el triunfo de los casarrubieros en la batalla de las Navas de Tolosa, cosa que en heráldica es representado con cadenas o bordadura de gules con la cruz o aspas de San Andrés que Alfonso VIII concedió a los que participaron en dicha batalla. De hecho, así se encuentran reflejadas en el escudo de una de las casas de la villa.
• FLOR DE LIS, es uno de los elementos más comunes en heráldica que van bien para casi todo pero, en este caso, representar a la casa Chacón con uno de sus símbolos no parece el más adecuado ¿Por qué no el lobo? A pesar del purismo de los heraldistas municipales, al menos, debería llevar la mitad de sus armas, lis y león, para representar la casa Chacón. Otros pueblos, como Villamanta o Las Ventas, aluden a los Chacón con sus armas al completo, señoreando su pertenencia en un pasado al condado de Casarrubios.
Lo mismo hacen pueblos de la provincia de Segovia, que no quieren olvidar su pertenencia al sexmo de Casarrubios, como Alameda del Valle, Chapinería, Fresnedillas de la Oliva, Guadalix de la Sierra, Navalagamella, Navalafuente, Sta. Mª de la Alameda, Valdelaguna, Zarzalejo o el propio Villamanta, adoptando en sus armas el acueducto de esa ciudad. Pueblos que no quieren perder sus raíces históricas.
En cuanto a lo propio, a lo autóctono y representativo de la villa de Casarrubios del Monte, como son sus símbolos identificativos, lo más coherente hubiera sido recuperar los más antiguos conocidos, pero la justificación de los honorarios obligaba a presentar un trabajo nuevo.
Según los heraldistas, cuanto mas sencillo sea un escudo, mucho mejor. Siempre que sea posible, habrá que recurrir a la sencillez, situación o toponimia geográfica del pueblo, etc. Los escudos municipales deben recoger y significar los rasgos esenciales del pasado histórico de cada población. De esta forma, cumplirá la esencial función de resaltar la peculiaridad propia de la comunidad, su identidad cultural y las singularidades que la diferencien de las demás.
Atendiendo a esta premisa, las armas más representativas de nuestra villa serían las que desde antiguo usó Casarrubios del Monte:
Corona condal en Jefe. La corona representando dominación y señorío. Efectivamente. Casarrubios del Monte era la villa cabecera del señorío, primero, y del condado que llevaba su nombre, después. Verdadero centro administrativo donde se practicaba justicia y dirimían asuntos administrativos derivados de ese poder ejercido por el señor o conde. Claramente, la corona representa el liderazgo histórico de la villa durante siglos. El rollo de justicia es otro símbolo perfectamente representativo de la autoridad que Casarrubios del Monte poseyó en otros tiempos. Ambos reflejan el poder de la villa como centro administrativo, primero, del sexmo, luego, del Señorío y, por último, del Condado. Siendo la corona la más indicada por encontrarse ya de antiguo formando parte de las armas de la villa.
Dos castillos puestos en faja. La villa iniciaba el siglo XVI con una nueva fortaleza que, aún inacabada, hacía pareja con la vieja que de antiguo existía en el patio del palacio. Ambas eran consideradas verdaderos símbolos urbanos de Casarrubios del Monte y denominadas por sus vecinos como fortaleza vieja y fortaleza nueva.
Igualmente, hoy día podrían representar la pertenencia de la villa a las dos castillas; en un principio a Segovia, Castilla León, y luego, tras pertenecer a Madrid, pasó a Toledo, Castilla-La Mancha. Por lo tanto, los dos castillos están más que justificados en su escudo.
Encina en punta. Por excelencia, la encina era el signo representativo. “del Monte” y el primer símbolo conocido de las armas de la villa. Aunque, desgraciadamente, hoy día no quede ninguna en sus alrededores, este símbolo no puede desaparecer por haber sido el guión de Casarrubios del Monte desde antiguo.
Los vecinos de Casarrubios afirmaban en 1576 que la villa tenía por armas unas encinas, por lo que dicho símbolo era emblema considerado proveniente y hereditario de aquel escudo inicial que en un principio tuviera la población. Verdadero símbolo de “monte”, no de altura, sino de espesura, de donde a este sitio de Casarrubios se le añadió del Monte porque toda esta tierra fue de monte espeso de encina, como seguían diciendo aquellos vecinos.
El monte se extendía por las inmediaciones de Casarrubios y llegaba a las proximidades de Villamanta y Méntrida. Ocupando el paraje donde hoy se asienta el polígono de Monte Boyal, sus alrededores y Calipo. De siempre conocido y denominado por todos los casarrubieros como “El Monte”. Aquel en el que Alfonso XI, en su libro de montería, afirmaba existían osos.
El Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España, editado en 1847, dice “…hay así mismo un monte de encinas pequeñas todavía, distante ½ legua y las dehesas de pasto del vecindario se reducen a las yerbas de este monte y de los terrenos que lindan con él, titulados dehesa boyar…”
Poco a poco fue roturándose para el cultivo y llegó a las postrimerías del siglo XIX con tan solo unas tres mil encinas que, una vez desaparecidas, dieron paso a un paraje exento de altura. Por lo que el símbolo de la encina no puede desaparecer del escudo.
De esta forma, guste o no, parezca más o menos bonito, Casarrubios del Monte seguiría con las armas que mejor han representado, histórica y toponímicamente la villa. Ningún otro diseño podría hacerlo mejor.
Cabría la posibilidad de incluir más muebles que adornaran el escudo pero, como queda dicho, cuanto más sencillo sea, mejor. Quedando el mismo escudo que teníamos.
Se desconocen los colores, si los tuvo, del antiguo escudo, siendo hoy fácilmente justificable cualquiera de ellos por los heraldistas. De momento, para darle colorido a modo de diseño, podríamos aceptar el sinople y oro por una razón más que justificable. El sinople (verde en heráldica) hace referencia al monte de espesura que en otro tiempo se extendía en las cercanías de la villa que, roturado para el cultivo, dio paso al oro (amarillo) de sus campos de cereales, base fundamental de la economía casarrubiera durante siglos, cuyos pastos alimentaron grandes rebaños.
Como queda dicho, no somos un pueblo que adolezcamos de armas propias, muy al contrario, somos uno de los pocos pueblos que de siempre hemos gozado de heráldica municipal, por lo que no hubiera sido necesario cambiarlas ni comprar otras, solo se tenía que haber investigado un poco y no dejar perder la honra de poseer un escudo tan antiguo. Su cambio ha supuesto un paso más en la pérdida de nuestra propia identidad porque, una cosa es modernizar y otra, muy distinta, cambiar.
Cada año un gran número de Ayuntamientos rehabilitan o adoptan viejos o nuevos escudos de armas, por lo que no estaría de más que los propios casarrubieros reflexionáramos si volver a las armas o quedarnos con estas que niegan nuestro pasado. No creo que los toledanos admitieran la pérdida de su águila bicéfala o los madrileños su oso. Si ya hemos perdido tanto patrimonio histórico-artístico-cultural ¿Por qué perder también nuestras armas? ¿Qué estamos haciendo?
El colofón de los despropósitos descritos llega a la actualidad con el cambio de patrón. No gusta el que hay o la ignorancia es tan atrevida que llega a dar miedo. Ignorar al que desde hace más de quinientos años viene siendo el patrono de la villa es más que un atrevimiento. Testimonio de ello podemos encontrarlo en infinidad de documentos históricos de la villa, como una partida de matrimonio recientemente leída de 1648, en la que el licenciado Manuel Fernández Corona, Presbítero de Casarrubios, dejaba escrito: en la Iglesia parroquial de San Andrés, titular y patrón de esta villa. Y así lo volvía afirmar el 8 de abril de 1683 Bernardino Rubio, quien se nombraba como Notario público Apostólico, aprobado por autoridad Apostólica y Ordinaria de la villa de Casarrubios del Monte y sacristán Mayor de la iglesia parroquial del Señor San Andrés, Titular y Patrón de esta dicha villa. Después de esto, lo demás, sobra.
La gravedad de los hechos viene marcada por ser nosotros mismos sus detractores. No debemos echar la culpa a extraños ni a épocas pasadas, pero sí a las corporaciones municipales y vecindario. Unos, por no reconocer el error y poner las cosas en su sitio, los otros, por no reclamar lo propio. Todos debemos involucrarnos y participar desde el asociacionismo o cualquier otro medio en la recuperación y conservación de nuestro patrimonio de más de setecientos años. Un patrimonio muy nuestro que no necesitamos pedir prestado, por eso
Lo nuestro, es lo propio.
F.-Jesús Arroyo López.