lunes, 13 de junio de 2016

DOCUMENTOS DE UNA PROCLAMACION



POR QUÉ QUEREMOS CELEBRAR EL 550 ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN DE LA PRINCESA ISABEL 
EN CASARRUBIOS DEL MONTE

UN POQUITO DE HISTORIA

En un intento de poner fin a las guerras banderizas que venía asolando Castilla, debido a las diferencias mantenidas por las distintas facciones nobiliarias, los hermanos Enrique e Isabel, cabezas de los bandos principales, y tras unas negociaciones llevadas a cabo, separadamente, en Cebreros y Cadalso, se encontraron en la venta de Guisando el 19 de septiembre de 1468. Encuentro que la historia ha venido a llamar el pacto, concordia o tratado de Guisando. Allí, los hermanos, ávidos de paz en un acto de conciliación e intentando olvidar las viejas rencillas, se abrazaron y se reconocieron como Rey y Princesa, respectivamente. La infanta Isabel reconoció a su hermanastro como único y verdadero rey por todos los días de su vida, y el Rey tomaba a su hermanastra por princesa, heredera y legítima sucesora en el trono de Castilla.
 Tras este reconocimiento, Isabel quedó incorporada a la Corte de su hermano al que acompañó desde ese momento, pasando, seguidamente a Guisando. El 22 se encontraban en Cadalso, desde donde emprendieron camino a Ocaña, lugar donde celebrarían Cortes, en las que la nobleza juraría a la Princesa. La idea era de hacer noche en Casarrubios del Monte, vieja villa conocida por Enrique IV, que ya visitara siendo príncipe, y que el 12 de marzo del año anterior entregó a su hermana con el compromiso de no cederla y ser devuelta a él cuando contrajera matrimonio. 
 Los ilustres personajes y la comitiva que traían, en la que se encontraba el Maestre de Santiago, el obispo Antonio de Véneris, delegado enviado por S.S. el Papa Paulo II, varios condes como el de Osorno, duque de Alburquerque, arzobispo de Sevilla, etc, etc, todos con sus correspondientes secretarios, criados y demás servidores,              llegarían a Casarrubios el jueves 22 a la caída de la tarde, como aseguran las crónicas diciendo que ese día, el real de don Enrique ya se encontraba en nuestra villa.

Las jornadas pasadas habían sido duras, especialmente para Enrique IV, que tuvo que afrontar públicamente la deshonra de la ilegitimidad de su hija al reconocer a su hermana Isabel como heredera y sucesora.
Al llegar a Casarrubios del Monte, los dos hermanos se liberaron de las tensiones y hallaron la paz anhelada durante mucho tiempo, y decidieron prolongar su estancia posponiendo unos días la marcha. La princesa Isabel sería quien más a gusto y segura se encontrara, sobre todo, por estar en su villa y tener a su lado a don Gonzalo Chacón, al que dos meses antes le había nombrado su mayordomo mayor, por lo que, si en un principio, Casarrubios del Monte iba a ser solo una escala en su viaje, se convirtió en residencia de una larga estancia en la que, probablemente, pasaron juntos los únicos días felices de su vida.

El afán del Rey por solucionar, cuanto antes, los conflictos y reintegrar a su obediencia a los nobles que habían tomado partido por la Princesa, que de alguna forma obligaron a la reconciliación y proclamación de su hermanastra, le seguía preocupando, y viendo que la estancia se prolongaría, decidió no llegar a Ocaña para cerrar en Casarrubios los acuerdos iniciados en Guisando, mandando a sus secretarios y escribanos confeccionaran las cartas que enviaría a la nobleza, villas y ciudades, dando cuenta de los acuerdos alcanzados.

La primera carta enviada por Enrique IV desde Casarrubios del  Monte, fue al día siguiente de llegar, viernes día 23. Se trataba de un llamamiento a los Grandes que no se habían restituido aún a su obediencia, para que en el plazo de treinta días le prestaran obediencia y le devolvieran las ciudades, villas y fortalezas de la corona que tenían ocupadas, puesto que su hermano don Alfonso había fallecido y él había hecho jurar como princesa heredera a su hermana Isabel. La cédula estaba Dada en la villa de Casrruvyos a veynte e tres dyas del mes de setiembre, año del nasçimyento de ntro. Señor Jhesu Christo de myll e quatroçientos e sesenta e ocho años.
YO EL REY


El día 24, Enrique IV firmó un auto para hacer efectivo lo determinado en Guisando, comunicando a villas y ciudades la proclamación de su hermana como Princesa e mi primera e sucesora destos dichos mis reinos e señoríos, e por tal la juré, e nombré, e intitulé, e mandé…
En la misma hace un llamamiento a la nobleza para que acaten y  juren a la dicha Princesa, mi hermana, por Princesa e mi primera heredera sucesora en estos dichos mis reinos e señoríos y pone unos plazos para ello. Y, vos mando que acatada la lealtad e fieldad que me debedes como a vuestro Rey e Señor natural, luego vos reduzgais a mi obediencia e serviocio e me reconozcades e juredes por vuestro Rey y Señor natural.
La carta era acabada con un llamamiento de la Princesa:

E yo la dicha Princesa doña Isabel, primera heredera e sucesora en estos dichos reinos e señoríos de Castilla para después de los días del muy alto e muy poderoso Rey, mi señor e hermano, vos ruego e mando que por servicio del dicho señor Rey e mio, vosotros fagades e cumplades e pongades luego en obra todo lo que su Alteza por esta carta vos envía mandar.

Documento  en el que por primera vez la Princesa estampó su firma como tal, y lo hizo en la villa de Casarrubios del Monte aquel 24 de septiembre de 1468.

Al día siguiente, 25 de septiembre de 1468, el Rey vuelve a enviar nuevas cartas anunciando a los grandes, concejos, alcaldes y otras autoridades el haber celebrado el pacto de la venta de los Toros de Guisando.


Era de obligado cumplimiento que las cartas reales fueran pregonadas allí donde se firmaban y encontrara la Corte. …mandé dar esta mi carta firmada de mi nombre e sellada con mi sello, la cual mando a los mis alcaldes de la mi casa e corte que lo fagan publicar e pregonar en la dicha mi corte, e así publicada la pongan afija en la picota de la plaza pública de esta villa.

Los días que las casas reales, tanto del Rey como de la Princesa, permanecieron en Casarrubios del Monte, nuestra villa, según costumbre, fue declarada sede de la corte y, al ser de obligado cumplimiento que las cartas públicas fueran pregonas allí donde la corte residiera, aquí fueron publicadas, pregonadas y fijadas en la picota de la plaza pública de Casarrubios del Monte, haciendo a las gentes de nuestra villa ser las primeras en conocer la proclamación.

Alonso Gonsales de la Serrana, oidor del rey, y el alcalde de su corte, y Antón de Ajofrín, mandaron, con la debida solemnidad, pregonar públicamente esta carta tres veces “de verbo ad verbum con trompetas en la dicha villa e términos”. Lo cual pregonó Toledo, rey de armas de dicho señor Rey, tres veces. Una, en la puerta del palacio del Rey, otra, en la puerta del palacio de la Princesa y, la tercera, en la plaza pública de Casarrubios, “estando cada ves ayuntada muy grand número de gente a altas e inteligibles boses”, siendo testigos de ello  Fernando de Arse, secretario del Maestre de Santiago; Andrés de la Plazuela, secretario de la señora Princesa; Pedrosa, criado del señor Arzobispo de Sevilla; Ochoa de Ocón, criado del Duque de Alburquerque; los secretarios reales de la Princesa, el del arzobispo de Sevilla y demás sirvientes de las distintas personalidades que aquí se encontraban.

Esta carta y pregón fue la forma real y efectiva, en la que se proclamó a la infanta Isabel Princesa y heredera al trono de Castilla en Casarrubios del Monte.

De ese modo, aquel 24 y 25 de septiembre de 1468 se acababa de poner en Casarrubios del Monte los cimientos para que doña Isabel se convirtiera en reina, y donde Enrique IV pronunciara la famosa frase:
“en manera que estos dichos mis reinos no queden sin haber en ellos legítimos sucesores de nuestro linaje”

Ese mismo día, el Rey firmó otros documentos iguales a los del día anterior, como una carta dirigida a la ciudad de Alcaraz, abalada por los sellos y firmas del Rey y Princesa, y otra para la entrega de Baeza, tras lo cual, Enrique IV partió para ejercitar sus aficiones cinegéticas a los montes de El Pardo y Rascaría, quedándose la princesa a su espera en Casarrubios.

Así comenzaba a cumplirse las condiciones pactadas, las cuales no pasaban de ser un compromiso vacío mientras no se convirtieran en documentos públicos, por lo que Isabel aprovechó su estancia en Casarrubios para ultimar los trámites burocráticos de su proclamación y envió al bachiller Fernando Sánchez Calderón y a Rodrigo de Baeza, jurista de su entorno, con los documentos a Valladolid, con el fin de levantar testimonio ante notario apostólico. También aprovechó para hacer efectiva la entrega de la villa de Casarrubios del Monte a Gonzalo Chacón, para cuya entrega necesitó la renuncia expresa a la misma para que fuera su hermano, el Rey, quien se la entregase.

La reina doña Juana, indignada por el juramento hecho a Isabel en perjuicio de su hija Juana, “la Beltraneja”, envió desde Buitrago a Luis Hurtado de Mendoza con plenos poderes a Casarrubios, donde llegó el 28 de septiembre interpuso recurso ante el legado del Papa Paulo II, el obispo Antonio de Véneris, quien se encontraba en esta villa, protestando contra de todo lo hecho en la Venta de Guisando.

El rey volvió de sus cacerías a finales de octubre. El día 30 de ese mes está fechado en Casarrubios la concesión a Diego López de Haro de unas minas de alumbre en Alcaraz. Según el historiador Manuel de Foronda, el 2 de octubre la Princesa firmó en esta villa un nuevo documento dirigido a personajes, ciudades, villas y lugares de los reinos mandando observar y cumplir lo acordado por su padre, Juan II en 1453, y ratificado por don Enrique en 1458, lo que indica que, al menos, hasta ese día no partirían de nuestra villa camino de Ocaña.


F.- Jesús Arroyo López.

lunes, 6 de junio de 2016

FIRMADO EN CASARRUBIOS DEL MONTE EL 12 DE ENERO DE 1416

Un curioso e interesante documento que aporta algunos detalles sobre la posesión de la villa de Casarrubios del Monte a los Gómez de Toledo, y enriquece, aún más, nuestra historia.




 Se trata de un compromiso matrimonial entre don Diego Fernández de Córdoba, Mariscal de Castilla, Alcalde Mayor de Córdoba y Señor de la villa de Baena y don Pedro Gómez de Ayala, Alcalde Mayor de Toledo y Aposentador Mayor del Rey, para el matrimonio de sus hijos, Pedro López de Ayala, quien llegaría a ser el I conde de Fuensalida, y Marina (o Mariana) Fernández de Córdoba y Ayala, quien sería la futura IV Señora de Casarrubios.

Ambos otorgan y acuerdan el casamiento de sus hijos cuando estos tuvieran edad de contraer matrimonio, teniendo que esperar a que los contrayentes alcanzaran la edad de 14 años para él y, 12 para ella, puesto que, en el momento de la firma del contrato los dos eran menores de 5 años. Previamente solicitarían al Papa dispensa matrimonial por ser parientes en cuarto grado, y aseguraban y comprometían la cantidad de 20.000 florines de oro para la seguridad y observancia de las capitulaciones.

Don Diego Fernández de Córdoba y su esposa, doña Inés de Ayala, se encontraban en Casarrubios del Monte, al ser ella III Señora de esta villa desde el fallecimiento de su padre, Pedro Gómez de Toledo en 1385. Y nieta de don Diego Gómez de Toledo y de doña Inés de Ayala.

El contrato a que nos referimos, no se llevó a cabo, pues don Pedro López de Ayala (el sordo, como le señalan los historiadores), hijo de don Pedro de López de Ayala (el tuerto) y de doña Elvira de Castañeda, contraería matrimonio con doña María de Silva. Por la parte de dona Marina, existen dos capitulaciones para su matrimonio (nueve años más tarde) con don Fadique Enríquez, con quien finalmente se desposaría. Una esta firmada el 15 de junio de 1425 en la villa de Baena por don Diego Fernández de Córdoba, ofreciendo una dote a su hija de 10 florines de buen oro de justo peso  en dineros y en posesiones que lo valgan. Entregaré mi villa de Casarrubios del Monte con toda su jurisdicción civil y criminal y con todos sus vasallos  y términos.. desde el día que se case y consumare el matrimonio. El 10 de julio de ese mismo año en Valencia, don Fadrique aprueba, con el beneplácito de su padre, un poder a Alfonso de Torres para que, en su nombre, se despose con la dicha Doña Marina. 
Don Fadique y doña Marina fueron padres de doña Juana Enríquez, reina consorte de Navarra y Aragón y, por tanto, abuelos de quien llegó a ser el rey Fernando, cognominado El Católico.

En esta historia hay un pequeño detalle que no debe pasar desapercibido, y es que, ninguno de los firmantes del documento aludido podía imaginar que años después, y por vicisitudes de la historia, Enrique IV le quitaría la villa de Casarrubios del Monte a don Fadrique Enríquez, para dársela a don Pedro de Ayala (el tuerto) como pago a los servicios prestados. Aunque fuera por un corto periodo de tiempo, la villa de Casarrubios estuvo en poder de los Ayala, ya que los Reyes Católicos obligaron a su hijo, don Pedro López de Ayala (el sordo) a devolverla, para entregársela, finalmente, a don Gonzalo Chacón.

Fausto-Jesús Arroyo López.